La almadraba es un arte de pesca tradicional con tres mil años de historia que continúa practicándose en aguas del litoral gaditano, parada obligatoria para cientos de empresarios japoneses, deseosos de conseguir el apreciado atún rojo para su sushi.
El sector se reparte entre Barbate, Zahara, Conil y Tarifa, donde pescan el atún rojo como lo hacían sus antepasados: un sistema de redes ubicadas a un kilómetro de la costa atrapan al túnido en su paso por el Estrecho de Gibraltar cuando se dirige a desovar desde el Atlántico al Mediterráneo, según informa Efe.
Aunque el mercado nacional o el europeo también cuentan, el japonés es el que más toneladas acapara y las capturas de Barbate no llegan a pisar puerto, pues son congeladas para que lleguen a Japón en condiciones idóneas para su consumo en crudo.
En los meses de mayo y junio es común ver a japoneses por los alrededores del puerto de Barbate y ya hay restaurantes de la zona que junto al típico atún encebollado o el morrillo a la plancha sirven sashimi o el sushi.
No obstante, las almadrabas, que emplean a unas 400 familias, tienen que luchar para sobrevivir contra la esquilmación de los caladeros por parte de flotas pesqueras de cerco o de palangre. En noviembre la Comisión Internacional para la Conservación del Atún del Atlántico estableció un mayor peso para las capturas y reguló las paradas biológicas.
El Plan de Recuperación de la UE en 2007 cifró el máximo de capturas para España en 5.568,21 toneladas anuales, de las que 1.417 correspondían al sector almadrabero. A juicio del presidente de la Organización de Productores Pesqueros de Almadraba OPP-51, Diego Crespo, esta política de cuotas "ha sido un fracaso" porque deberían fijarse cuotas para cinco años y no anuales "porque no se puede ir en busca del atún" y "hay años buenos y malos".
El parque eólico marino previsto en el Cabo de Trafalgar es otro peligro porque "cortaría el paso del atún rojo en su ciclo migratorio por la zona de la costa de Cádiz", afirma Crespo.
