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El tesorero impasible

Con el gesto serio, la mirada esquiva -pese al enjambre de periodistas que lo aguardaban a las puertas del Tribunal Supremo desde horas antes-, con una medio sonrisa colocada a modo de complemento...

el 16 sep 2009 / 06:34 h.

Con el gesto serio, la mirada esquiva -pese al enjambre de periodistas que lo aguardaban a las puertas del Tribunal Supremo desde horas antes-, con una medio sonrisa colocada a modo de complemento, nervioso aunque quiso aparentar ser la viva imagen de la tranquilidad, se presentó Luis Bárcenas hace diez días ante el juez Francisco Monterde para convencerlo de que no tiene vinculación alguna con Francisco Correa ni su trama corrupta Gürtel. Los hechos posteriores demuestran que no lo consiguió, a pesar de que aquel 22 de julio tras prestar declaración durante cerca de tres horas, confesó a los reporteros que lo esperaban a la salida del tribunal que estaba feliz-contento-alegre-encantado-dichoso (o algo similar) por haber podido demostrar su "inocencia".

El juez Monterde considera sospechoso y, por tanto, posiblemente delictivo el patrimonio inmobiliario del senador del PP por Cantabria -compuesto entre otras posesiones por casas en Madrid, Marbella y Baqueira Beret- acumulado en los últimos años y valorado en más de tres millones de euros así como las salidas de dinero de la caja B de la red Gürtel que totalizan algo más de un millón de euros y que supuestamente van dirigidas a él bajo las iniciales L, LB. Luis, el Cabrón o LBarcenas. En definitiva, el magistrado del Tribunal Supremo ha visto indicios de delito donde antes ya lo vieron el juez de la Audiencia Nacional Baltasar Garzón y el del Tribunal Superior de Justicia de Madrid Antonio Pedreira.

El Luis Bárcenas, con todas las letras, el ya ex tesorero pero todavía senador, niega rotundamente que él sea todo ese cúmulo de siglas y a demostrar eso es a lo que va a dedicar a partir de ahora todo su empeño y tiempo libre.

El único que durante estos cinco meses ha querido ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio ha sido Mariano Rajoy a pesar de las distintas y ya numerosas actuaciones judiciales y de que el nombre de Luis Bárcenas ha estado ocupando diariamente las portadas de todos los periódicos. Su confianza y defensa a ultranza convirtieron a un político de segunda fila, ajeno al bullicio de la actualidad, leal, afable, educado en el trato y un poco testarudo (dicen los que más lo conocen)? en un personaje envalentonado, amo y señor de los secretos contables de sus compañeros de partido y hasta dueño del tiempo político del presidente del PP.

Porque Luis Bárcenas ya no es el tesorero de la calle Génova (sede nacional de los populares) 28 años después de que entrara a formar parte de su aparato de contabilidad; pero el político onubense ha decidido el que, el cómo y el hasta cuándo. Su dimisión es sólo provisional, como su todavía imputación. Pareciera que desde hace cinco meses todo en la vida de Luis Bárcenas está en suspenso, a la espera de que sea capaz de demostrar que lo que cuentan los periódicos es un bulo. Por lo pronto el Tribunal Supremo ya ha pedido al Senado el suplicatorio, justo un día después de que dejara su cargo, para investigar sus sospechas sobre su ingente patrimonio y las supuestas contabilidades fraudulentas de Francisco Correa y su grupo.

Tras cinco meses de una gran presión política; de que la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, le "pidiera de rodillas" que dijera "públicamente" todo lo que sabía de ella después de que varios medios contaran que se había llevado varias cajas con contenidos comprometedores para algunos dirigentes del PP; de que en las últimas semanas no faltara la voz de algún importante líder popular que solicitara su dimisión y ante la inminencia del suplicatorio, Bárcenas aceptó (por fin, debió pensar más de uno) la puerta que le abría el hombre que lo nombró tesorero en 2004.

Al licenciado de ICADE, que intentó convencer al juez diciéndole que tenía un gran ojo para las inversiones en el Ibex 35 y de ahí su gigantesco patrimonio, siempre le gustó el riesgo -no en vano es un gran aficionado a los deportes de aventura y la escalada- pero quizás esta vez se acercó tanto, tanto que ha acabado quemándose.

Sus allegados dicen que la tensión acumulada durante todos estos meses le ha costado ya la pérdida de 17 kilos de peso, los magistrados dictaminarán si eso es lo único que acaba perdiendo en toda esta aventura.

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