Los periódicos recogían ayer una noticia que puede servir para mejorar la cultura social española: la caída de El Tomate. Las tertulias radiofónicas también dedicaron espacio a comentar la desaparición de un programa de sospechosa cercanía a la profesión periodística. Hoy emitirá su última entrega y con ello fenecerá el símbolo de la desviación o decadencia casi definitiva de la información rosa, que en otros tiempos anduvo auroleada de eso que los cursis llaman glamour. Sin embargo, conviene decir que existen otras peores que las de la tomatina y pasan más desapercibidas para los juzgadores de estos asuntos.
Están en la órbita de doña Esperanza Aguirre, la marquesa de Telemadrid, esa emisora pública en la que montan docudramas para descalificar a los inmigrantes. Son los que acusaron de homicidas y asesinas las prácticas médicas del Hospital Severo Ochoa que la Justicia acaba de rechazar por inexistente. Ni la presidenta madrileña ni sus adláteres parece que vayan a pedir perdón, que es poca cosa, porque siguen satisfechas con el desprestigio logrado para la sanidad pública y el correspondiente beneficio para la privada. Ese es el quid de la cuestión, y ésta de la privatización de la sanidad el verdadero tomate de una campaña electoral que sigue centrándose en una vergonzosa puja fiscal.
Juan José Fernández Trevijano es periodista
