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El triunfo de la Roja

Con esta denominación se alude a la Selección de nuestro país. La Roja ha resultado ser un recurso imaginativo para evitar la utilización de otros términos con los que identificarla, sobre todo los que expresan la idea de España o de nación, para no provocar las suspicacias de aquellos que, por muy variadas razones, no se sienten a gusto con estas nociones.

el 15 sep 2009 / 07:06 h.

Con esta denominación se alude a la Selección de nuestro país. La Roja ha resultado ser un recurso imaginativo para evitar la utilización de otros términos con los que identificarla, sobre todo los que expresan la idea de España o de nación, para no provocar las suspicacias de aquellos que, por muy variadas razones, no se sienten a gusto con estas nociones.

Igualmente, con la Roja se alude a uno de los colores de la bandera pero se esquiva asumirla en su integridad dejando de lado el amarillo. Hay pues un intento de descafeinar la vinculación del fútbol con la política o, más bien, con la construcción de la nación, a fin de dar entrada entre sus seguidores a la España plural.

Y en efecto, es leyenda aceptada que el deporte de masas ha sido utilizado por los políticos para enfatizar los aspectos emocionales e irracionales de la ciudadanía, para llevarla al terreno del patriotismo en el que la relación de aquella con sus gobernantes se dilucida en claves más maleables.

Esta lectura peyorativa del deporte se ha querido contrarrestar con una suerte de filosofía que pretende intelectualizar acerca de su práctica y del seguidismo de la afición, en un intento de superar el viejo prejuicio de la izquierda en este tema y poder expresar las opiniones al respecto con un cierto grado de dignidad, para diferenciarse de la masa acrítica que llena los estadios o se pone frente a la televisión; sin ser consciente del patetismo que revela esta actitud.

Sea como fuere, no se puede negar que el deporte de competición, y especialmente el fútbol, mueve a un gran público, agitando sus sentimientos y provocando sus pasiones. Centra la atención de la ciudadanía, que por un tiempo olvida sus problemas para vivir en piel ajena la ilusión de la victoria.

Pero de ahí a afirmar que la Selección española con su buen juego y sus excelentes resultados sirve para superar los abismos que separan a los distintos nacionalismos porque un jugador se llame Pujol y otro Marchena hay un trecho que no se debe recorrer. Y mucho de esto se ha dicho en estos días memorables que nos ha brindado el fútbol, como si el anhelo común por la victoria tuviera el efecto balsámico de diluir las diferencias.

De ahí que Urcullu reclamara una vez más la selección de Euskadi, cayendo él también en la trampa de la nación que se construye con símbolos tan débiles como falsos, como el de perseguir un balón en un rectángulo de césped.

Vienen a cuento estas reflexiones por lo que pueda ocurrir esta noche en la final de la Eurocopa con Alemania, pues la merecida victoria del equipo español no se puede ver como un síntoma de que las cosas en nuestro país van mejor que nunca, de que la crisis, si me permiten utilizar este término, es sólo un traspiés de una economía potente que puede con todo, de que la directiva de retorno es un buen texto que no hemos leído con atención,

o de que el Partido Popular se ha travestido políticamente para abandonar sus posiciones más recalcitrantes, de que lo que quiere Ibarretxe es lo mejor para todos y no lo hemos comprendido ni valorado suficientemente, de que el tripartito catalán no hará responsable al resto de España de sus imprevisiones y deficiente gestión, en fin, de que todo se ha arreglado porque once compatriotas así lo han querido y lo han conseguido.

Rosario Valpuesta es catedrática de Derecho Civil de la Pablo de Olavide

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