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El urbanismo de birlibirloque

Antonio Rodríguez Almodóvar es escritor y miembro de la plataforma Tablada Verde y Pública.

el 26 dic 2010 / 19:11 h.

Cuando uno repasa la historia de Tablada, con sus luces y sus sombras siniestras (principalmente las del papel decisivo que jugó en la sublevación de Franco), siente una mezcla de perplejidad y de rabia. Cómo es posible que un territorio mítico que a lo largo de siete siglos perteneció al pueblo de Sevilla, como pasto comunal, haya terminado siendo, mordida tras mordida, pasto de especuladores. Muchas cosas han ocurrido entre los ocho millones de pesetas de 1934 que aceptó un Ayuntamiento sumido en la miseria, a cuenta de los 16 con que cerró la compra el Ministerio de Defensa en 1946; entre una República ya controlada por la derecha, y el apogeo del franquismo; y hasta los 210 millones de euros en que tasan los terrenos sus actuales propietarios, las 14 inmobiliarias agrupadas en Tablada Híspalis. Hitos todos dignos de figurar en los anales de la época más negra del malabarismo inmobiliario que ha conducido a este país al hondón en que se encuentra. Para que se hagan una idea rápida, la conclusión económica de todo ese tejemaneje, ese arte de birlibirloque en que tan duchos son los inversores del ladrillo, un terreno que valía hace pocos años a veinte duros (100 pesetas) el metro cuadrado, como agrícola que era en su mayor parte, y que todavía es en el catastro, sus actuales propietarios lo tasan en 60 euros, casi 10.000 pesetas. Y sin haber movido un pedrusco. Nunca vióse en este país transmutación más sublime.


La pregunta es, naturalmente, quién le dijo a las dos cajas de ahorro que compraron a Defensa, en 1997 y en 2000, que Tablada sería urbanizable algún día. Pues se lo dijeron Rojas Marcos y Soledad Becerril un 18 de febrero de 1999 (día de triste memoria para Tablada) cuando el primero firmó con las afamadas dos entidades financieras y sus intrépidos paladines de entonces -dos ex socialistas de cuyos nombres no quiero acordarme- un convenio de urbanización que les prometía poder construir a placer en la antigua dehesa; convenio que fue llevado a ratificación del Pleno municipal una semana más tarde, donde recibió los parabienes de PP y PA, y la radical oposición de PSOE e IU. Eso sí, nunca jamás ese acuerdo pasó a los planos definitivos que avalaran tan magna operación.


En paralelo a la trapisonda dineraria ha corrido la suerte judicial. A demandas y más demandas de los propietarios actuales, por el negocio que veían escurrírsele, se han producido sentencia tras sentencia de lo Contencioso, ratificando lo que dicen palmariamente los documentos oficiales (PGOU, Potaus y LOUA), a saber, que Tablada es territorio de especial protección, no urbanizable, donde se podrá crear un parque periurbano de baja intensidad, como quiere la plataforma ciudadana que se constituyó al efecto hace siete años y que acaba de dar a conocer su propuesta de usos. Es más -y ésta es la gran noticia jurídica- una providencia de la Audiencia Nacional (Sección Quinta de la Sala de lo Contencioso), de 13 de octubre de 2009), cuestiona la legalidad de la primera subasta, la de 1997, por defectos de forma. Es decir, que todas las compra-ventas posteriores podrían ser anuladas y el grueso de los terrenos devueltos al patrimonio del Estado. Y a partir de ahí, empezar una nueva historia mucho más sensata.

 

Una lectura política del asunto, inexcusable en estos tiempos que corren, es que Tablada nos la han ido arrebatando a los sevillanos siempre gobiernos de derecha, en Madrid como en Sevilla, y que sólo los gobiernos de izquierda, sensibles a la presión ciudadana, han podido salvarla, hasta con dos intentos de expropiación, fallidos, porque en su momento no había cobertura legal suficiente. Hoy sí existe esa cobertura. También hoy, por suerte, los cuatro grupos con representación municipal dicen apoyar la opción Tablada verde y pública. Enhorabuena. Pero estamos en puertas de nuevos desafíos políticos, por lo que convendría actuar cuanto antes, no sea que...

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