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El Vacie empieza a reducirse tras el derribo de chabolas de las familias realojadas

Enormes macetones de hormigón impiden que se vuelvan a construir infraviviendas en los suelos 'liberados'

el 02 dic 2009 / 23:12 h.

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El avance lento pero continuo de los planes sociales en el centenario asentamiento del Vacie está logrando que pierda chabolas por primera vez en décadas. La salida de familias que están siendo realojadas con éxito ha ido dejando huecos visibles en el descampado, donde se están instalando macetones de hormigón para evitar que se levanten otras casas en el sitio de las que han sido derribadas.

Desde hace un año los derribos son un goteo, porque Bienestar Social, que lidera un plan integral que aúna a otras áreas como Empleo o Vivienda, hace cumplir a rajatabla el compromiso que alcanzó con los vecinos: no se levantará ni una chabola más de las recogidas en el censo que se hizo en El Vacie, que incluye a un millar de residentes.

Eso supone derribar de inmediato la chabola que se queda vacía, o cualquier construcción que se añada a las que ya existen, como habitaciones extra o dependencias para familiares que tengan nuevos hijos. "Aquí no entra nadie más, y vamos a ser rígidos: ni un hijo que se case, ni un familiar del norte o de Portugal. Nadie más", aseguró ayer a este periódico la delegada de Bienestar, Emilia Barroso. También se han dado casos, muy pocos, de familias que han decidido irse al margen de la tutela municipal.

poco a poco. El área es más que reacia a dar una cifra de realojos, consciente de que generan recelo, pero los vecinos del Vacie explican que al menos seis familias se han marchado este año de la misma manzana. Es la parte más normalizada, aunque también allí cuesta concienciar a los vecinos de la importancia de la educación, la formación y los hábitos saludables. Pero años de intentos tienen recompensa: el autobús que lleva a diario a los niños al colegio, los desayunos y almuerzos en las escuelas o la insistencia en que sin empleo no podrán acceder a una casa al no poder mantenerla van cambiando poco a poco el comportamiento de las familias.

Una vecina de los prefabricados -montados en 1992 para que durasen un par de años-, que vive con tres de sus hijos junto al solar que han dejado las casas derribadas, cuenta que el mayor trabaja y ella cumple los requisitos para entrar en la lista de viviendas. "Me falta un papel del catastro, pero no voy a por él. Las trabajadoras sociales están hartas de pedírmelo para hacerme el informe".

Ésa es la última fase del camino. Mientras el resto logra su integración sociolaboral, se sigue adecentando el poblado para mejorar las condiciones de vida de quienes seguirán allí durante años. Y se nota: hace un mes finalizó el reparto de maderas y uralitas para reforzar las chabolas, ahora visiblemente más sólidas que hace unos meses tras ser colocadas por los propios vecinos. Pero sin añadir ni una más.

Los aseos y duchas montados el año pasado también siguen en uso, cada uno mantenido por un grupo de familias. Sólo uno se ha deteriorado por disputas entre los encargados de cuidarlo. Lo siguiente será la instalación de farolas, en enero, a través de los postes eléctricos de hormigón que ya se han colocado. Y también a principios de año se espera que se empiecen a usar las oficinas que se han construido para el personal de los servicios sociales en el propio asentamiento.

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