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El virus resucita los fantasmas

Sophie Halberstadt-Freud, hija del psicoanalista austriaco Sigmund Freud; George Freeth, padre del surf moderno; Edmond Rostand, dramaturgo francés conocido por su obra Cyrano de Bergerac. Fueron algunas de las víctimas mortales de la gripe española, que se cobró entre 50 y 100 millones de vidas entre 1918 y 1919.

el 16 sep 2009 / 02:10 h.

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Sophie Halberstadt-Freud, hija del psicoanalista austriaco Sigmund Freud; George Freeth, padre del surf moderno; Edmond Rostand, dramaturgo francés conocido por su obra Cyrano de Bergerac. Fueron algunas de las víctimas mortales de la gripe española, que se cobró entre 50 y 100 millones de vidas entre 1918 y 1919.

La gripe española no sólo superó en fallecidos a la peste negra, sino que multiplicó varias veces en número a los caídos por la Primera Guerra Mundial. La incipiente histeria mundial ante la propagación de la gripe A ha resucitado los fantasmas del pasado. En marzo de 1918 se diagnosticó en Kansas el primer caso, aunque acabó llamándose gripe española porque la pandemia -la más letal de la Historia- recibió una mayor atención en la prensa de España, ya que el país no se vio involucrado en la guerra y no censuró la información.

En principio la cepa era poco virulenta, aunque muy contagiosa. En abril ya se había propagado por toda Norteamérica y en verano se había convertido en un agente mortal que sin avisar llegó a Europa, en parte de mano de los soldados americanos que desembarcaban en los puertos. No fue hasta octubre cuando los medios de comunicación españoles empezaron a preocuparse por la gripe, contagiados de la histeria masiva que ya se había instalado hasta en el último rincón del mundo.

En El Correo de Andalucía, las informaciones sobre la gripe pasaron en unos meses de unas cuantas líneas o un anuncio de jabón "para evitar epidemias contagiosas", a ocupar gran parte de la portada del periódico. "Se sigue diciendo que no pasa nada... Más casos de gripe y más defunciones", era uno de los titulares de la primera del periódico el viernes, 11 de octubre de 1918. A partir de ahí todo fue a peor.

En Sevilla, los enfermos graves se iban trasladando al pabellón de infecciosos de Tablada. Al principio, los casos de infectados se narraban individualmente y con detalle -"el carruaje en que fue llevado dicho enfermo fue trasladado al Laboratorio Municipal, en que se procedió a su desinfección por prescripción del doctor Franco"-. En unas semanas, los muertos se contaban por decenas en toda la provincia.

Como relataba este periódico el 30 de noviembre del mismo año, "los párrocos tenían que acompañar hasta el cementerio a los cadáveres", toda vez que nadie se prestaba a cumplir "dicha obra de misericordia". Entre novenarias a la Virgen de la Medalla Milagrosa "por el fin de la guerra y de la epidemia", se instalaron casetas sanitarias en la Cruz del Campo, Dos Hermanas, El Tardón y Patrocinio para estudiar a "las personas que a pie o en carruaje entraran en Sevilla". Pero cada vez había más muertos y la gripe se seguía extendiendo en España, en el frente de batalla y en el mundo.

Con el tiempo, la pandemia logró erradicarse, pero no fue hasta 2004, 86 años después, cuando se recreó la secuencia genética del virus. Lo hizo un grupo de científicos con el ADN del pulmón de una mujer inuit congelada en la tundra de Alaska y muestras preservadas de soldados estadounidenses de la Gran Guerra. Era un virus A del subtipo H1N1, la misma secuencia que la nueva gripe. Hoy, los avances médicos impiden que el desastre se repita.

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