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Eligiendo entidad financiera

Cuando uno se pone a pensar en ello llama la atención que, en un país como el nuestro, donde un notabilísimo porcentaje de entidades bancarias sostienen un gabinete de estudios y publicaciones de diversa índole existan comparativamente tan pocos trabajos científicos dedicados.

el 14 sep 2009 / 20:32 h.

Cuando uno se pone a pensar en ello llama la atención que, en un país como el nuestro, donde un notabilísimo porcentaje de entidades bancarias sostienen un gabinete de estudios y publicaciones de diversa índole existan comparativamente tan pocos trabajos científicos dedicados precisamente al estudio del funcionamiento de un sector económico tan importante como el financiero. Y no nos referimos meramente a la macroeconomía: como decía hace poco la Comisaria de Competencia, Neelie Kroes, trabucando irónicamente el célebre aserto de Franklin en torno a la certidumbre de impuestos y muerte, en esta vida sólo hay dos servicios de los que no podemos prescindir: los del enterrador y los bancarios. El trabajo "La elección de entidad bancaria: factores determinantes" de Antoni Garrido y Pere Arqué, publicado en la colección Documentos de Trabajo del Instituto de Economía de Barcelona, viene a tratar de enmendar este entuerto de ingratitud, por lo menos en la parte que a la Economía se refiere, indagando las causas que llevan a la gente a elegir una u otra entidad financiera.

Las conclusiones avalan la proximidad de las sucursales como el rasgo principal tenido en cuenta por los españoles a la hora de elegir la entidad bancaria con la que van a realizar sus operaciones. Otros argumentos de peso son, por este orden, el que hayan sido recomendados, la calidad del servicio y la seguridad. Todos estos factores, además, reúnen una importancia relativa muy superior a la que ostenta el precio de los servicios, y que en un cálculo de pura racionalidad económica uno esperaría encontrar más arriba.

Como adelantan los autores, una posible explicación de este comportamiento es que los aspectos más valorados, siendo extrínsecos, son más fáciles de evaluar por los consumidores que la variable precio, quizá percibida como relativamente homogénea entre las distintas entidades. Conocemos también, y esto ya es más previsible, que ciertas características individuales condicionan las preferencias. A medida que aumenta la edad, por ejemplo, mayor importancia se concede a los costes de desplazamiento y menos caso se hace de las recomendaciones. A mayores niveles educativos y de ingresos la proximidad es una virtud menos valorada, a la vez que se pondera más la calidad del servicio.

En cuanto a la ligazón de la elección de banco y residencia, resulta interesante observar cómo la probabilidad de elección de una caja de ahorros con domicilio social en la propia comunidad es muy elevada (59.32%), mientras que la probabilidad de que los residentes en una comunidad elijan un banco que tenga la sede en la misma comunidad es muy reducida (5,19%), lo cual refleja más que posiblemente la supremacía de dos grandes bancos en todo el territorio nacional. ¿Qué pensar de todo esto? Desde luego, que los servicios bancarios no son afrontados por los consumidores con el mismo desparpajo con que toman, por ejemplo, sus decisiones a la hora de adquirir ultramarinos, donde la variable precio es hegemónica y la cercanía tiene una escasa importancia. ¿Se suspende la racionalidad económica del consumidor, entonces, a la hora de tratar con bancos o se trata simplemente de que no puede ponerla en práctica, por ser la estructura de precios de consumo más opaca en el caso de los servicios bancarios?

José Sánchez Maldonado es catedrático de Hacienda Pública

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