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Economía

Emprendiendo en el campo

2.177 jóvenes solicitaron ayudas para iniciarse en el agro en los años de la crisis

el 29 jun 2014 / 15:00 h.

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La agricultura y la ganadería también tienen a sus emprendedores. Jóvenes que o bien heredan las tierras y cabañas de sus padres, las de toda la vida, o, aguerridos ellos, se atreven a desembarcar en un negocio duro, muy sacrificado, en el que no vale la aventura, cualquiera que lo intente simplemente por probar porque no sabe a qué dedicarse termina escaldado. El Correo de Andalucía cuenta las historias de tres, todos ellos de Sevilla, con tres perfiles completamente distintos: un chaval sin estudios pero de siempre vinculado al campo y que continúa la saga familiar, otro que, siendo ingeniero agrónomo y con trabajo fijo de oficina quiere ser ganadero y un tercero que, sin tan siquiera estudios ni adscripción agrarias, tiene un ideal y decide ponerlo en práctica. Girasoles en una explotación agraria de la provincia de Sevilla en una imagen tomada la semana pasada. / Foto: El Correo Girasoles en una explotación agraria de la provincia de Sevilla en una imagen tomada la semana pasada. / Foto: El Correo Pero antes, una aproximación a cómo ha impactado la crisis económica, que aún nos tratamos de sacudir, en el ánimo de la juventud andaluza a la hora de fijarse en las actividades agroganaderas. Porque en los años previos, el ladrillo, con sus entonces buenos sueldos, arrancó del campo a numerosísimos jóvenes, que así se sacudieron su dureza. Cuando estalló la burbuja inmobiliaria, la agricultura otra vez se convirtió en refugio, aunque más para contrataciones temporales que por un verdadero interés por invertir y concebir un negocio. No existen estadísticas certeras que nos certifiquen cómo ha ido evolucionando el relevo generacional en el agro andaluz durante el sexenio de la crisis económica y para una población de agricultores y ganaderos cuya edad media en 2009 se situaba en los 55 años –es un dato oficial de entonces–, diez más que justo una década atrás. Se trata, dicen en la patronal agraria Asaja-Sevilla, de uno de los problemas «más graves» a los que se enfrenta el sector regional, y no por mucho reiterarlo deja de serlo. De ahí que, en los últimos años, haya intensificado sus campañas públicas de acercamiento de la agricultura y la ganadería a la ciudadanía en general, pero en particular a los jóvenes y muy especialmente a los escolares. Y la preocupación es común en las principales asociaciones del campo: Asaja, COAG y UPA. Cuando en fechas recientes Isabel García Tejerina asumió la cartera de Agricultura en el Gobierno central, en no pocas peticiones divergían, pero en aquélla convergían. Como detalle no precisamente intrascendente, quede aquí constancia de que la comunidad andaluza es muy activa al ver representada a su juventud en Bruselas. En la actualidad, Paola del Castillo Mena, una ganadera gaditana –que reúne tres dificultades añadidas en el campo: ser mujer, joven y ganadera de vacuno de carne retinto– es vicepresidenta del Consejo Europeo de Jóvenes Agricultores, y relevó el año pasado en el cargo a otro andaluz, el sevillano José Fernando Robles. Paola del Castillo, después de la muerte repentina de su padre y tras concluir la Licenciatura en Historia del Arte y un máster en gestión cultural –su futuro profesional, pues, no estaba encarrilado hacia el campo–, dejó su vocación para seguir formándose en estudios de dirección y administración de empresas y, de este modo, hacerse cargo del legado ganadero que le había dejado el progenitor. Hoy, con apenas 32 años, es defensora de la ganadería ecológica y combina este negocio con otro de agroturismo (gestiona un hotel rural). No existen esos datos, reiteramos, pero algunos nos pueden aproximar. Primero, los de la oficina estadística europea, Eurostat. En el año 2010 –las últimas cifras disponibles– sólo el 5,3 por ciento de los agricultores españoles se encontraba por debajo de los 35 años de edad, mientras un 56,3 por ciento rebasaba los 55. Son números para España, sí, aunque extrapolables para Andalucía. Segundo, los aportados por COAG a partir del balance del Fondo Español de Garantía Agraria relativos a la distribución que hubo en 2012 de las ayudas comunitarias directas: únicamente el 3,4 por ciento de sus beneficiarios arrojaba una edad inferior a 35 años, frente al 63,4 por ciento de los perceptores que superaban los 55. Y tercero, los de las solicitudes de ayudas que incentivan la llegada de jóvenes al agro andaluz, y aquí hacemos un alto. 2.177 jóvenes andaluces solicitaron acogerse a las ayudas para adentrarse en la economía agroganadera entre 2008 y 2013, siendo este último año el que contabilizó una demanda mayor, con 600. De las peticiones, se aprobaron 863, que, en conjunto, cobraron 49,76 millones de euros en subvenciones que facilitaron ese desembarco. En medio de la avalancha de 2013, la partida se agotó y ahora se busca más. De hecho, la consejera andaluza del ramo, Elena Víboras, ya se ha comprometido a incrementar la dotación inicial de la línea de ayudas públicas a la primera instalación de jóvenes agricultores y a la modernización de las explotaciones agroganaderas. Porque de unas o de otras se pueden aprovechar los emprendedores. El objetivo, explica, es aumentar en 20 millones de euros las subvenciones empleando para ello los remanentes de otros programas de apoyo que no agotaron sus presupuestos porque registraron una demanda menor de la prevista. La propia legislación comunitaria contempla esa posibilidad de desvíos de fondos de una a otra medida, asegura Víboras. Su departamento ha enviado una solicitud a Bruselas –estamos hablando de dinero europeo al desarrollo rural que están cofinanciado por las administraciones central y autonómica– para proceder a una reprogramación, en el marco presupuestario 2007-13, en proceso de liquidación. Sin ese trámite, las partidas financieras sobrantes habrían de retornar a las arcas europeas. Junto con la financiación a los jóvenes, otro tipo de ayudas públicas muestran si se avanza o no en el necesario relevo generacional. En 2011 se registraron en toda Andalucía sólo 11 expedientes de cese anticipado de la actividad –equivalen a prejubilaciones– y en 2013, un solitario uno. No hay que ser un lince para percatarse de que las arrugas imperan en los campos andaluces. Y ahí van tres ejemplos del emprender. Una palabra, esa de emprender, que parece vedada cuando hablamos del agro...

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