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En busca de la identidad perdida

La época dorada que marcó el imparable Sevilla de los cinco títulos ya es historia. Muchos se negaron a reconocer que había terminado, pero los hechos no han tardado en confirmarlo. El año 2008 ha sido el primero de una nueva era, a la sombra de esa época dorada que sigue en la mente de todos.

el 15 sep 2009 / 20:29 h.

La época dorada que marcó el imparable Sevilla de los cinco títulos ya es historia. Muchos se negaron a reconocer que había terminado, pero los hechos no han tardado en confirmarlo. El año 2008 ha sido el primero de una nueva era, a la sombra de esa época dorada que sigue en la mente de todos.

Que la transición sería difícil es algo que se presagiaba, aunque la continuidad en el plantel de los jugadores que hicieron de 2007 el mejor año de la historia del club invitaba a seguir siendo optimistas... pese a la marcha de Juande, su director de orquesta. La misión de Manolo Jiménez de seguir haciendo campeón al Sevilla no era fácil, pero el club apostó por él para intentar que la temporada 2007/08, pese a los vaivenes sufridos en los últimos meses de 2007, fuese buena logrando otra vez plaza en Liga de Campeones, competición que, al mismo tiempo, estaba disputando el equipo. Pero no fue así.

El inicio de 2008 fue una avanzadilla de lo que vendría más tarde. Los apuros sufridos ante el Denia en Copa aumentaron las dudas sobre el técnico, cuestionado fuera y hasta dentro del consejo pese a la incansable labor de José María del Nido de defenderlo a capa y espada. La eliminación del torneo del KO supuso la primera derrota del Sevilla a doble partido desde enero de 2006. Cayó ante el Barcelona, pero ese Barcelona -sólo hay que ver cómo acabó- no era el de ahora.

En cualquier caso, la Champions, y más aún tras el brillante papel realizado en el grupo, era la gran ilusión de la afición y del equipo, que luchaba por escalar puestos en Liga mientras llegaba el día de verse con el Fenerbahçe en octavos. La sensación de seguir haciendo historia se palpaba. Pero llegó otro varapalo: la eliminación en la tanda de penaltis tras dos partidos en los que el equipo estuvo por debajo de sus posibilidades y Jiménez no ayudó.

A partir de ahí, nada fue lo mismo, sino más bien la confirmación del fin de una era. Aunque el equipo seguía luchando por meterse en Champions, sus propias carencias -rendimiento de algunos jugadores, decisiones técnicas o las lesiones de piezas importantes como Escudé, Drago o Javi Navarro- dejaban claro que lo tenía difícil. Además, nunca aprovechó los pinchazos del Atlético, su gran rival en la lucha por el cuarto puesto, y se quedó sin premio. Muchos jugadores se replantearon más que nunca su futuro, sabedores de que había terminado un ciclo. Unos se fueron y otros lo intentaron sin suerte.

"Si hubiera alguna duda sobre la capacidad de Manolo para dirigir el proyecto, no le mantendríamos. La confianza es total", dijo Monchi, director deportivo, en el balance de la temporada tras apostar de nuevo por Jiménez y recibir el respaldo de un consejo que veía cómo parte de su afición silbaba al técnico incluso ganando.

El largo verano serenó las aguas en Nervión, de donde se fueron Daniel, Poulsen y Keita -los dos primeros, futbolistas-emblema del mejor Sevilla- en busca de nuevos retos. Llegaron Konko, Romaric, Fernando Navarro, Squillaci, Acosta, Duscher... y las lesiones, en número importante. Pese a todo, el equipo comenzó a funcionar: batió el récord histórico de partidos consecutivos sin perder (doce), firmó el mejor inicio de campeonato (17 puntos de 21 posibles) y pulverizó el récord de imbatibilidad en Liga (510 minutos).

Pero para muchos no sólo se trata de números, sino de sensaciones, y las que transmite el equipo no son todo lo buenas que debería. La reciente eliminación de la Copa de la UEFA, calificada por el club como "rotundo fracaso", ha sido la última gota en caer al vaso. Ni siquiera despedir el año situado en el segundo puesto de la tabla parece ser ya consuelo, y eso lo dice todo.

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