Tras la resaca de la festividad de la Virgen de los Reyes y el Día de la Asunción , el Centro despierta y comienzan a llegar los primeros coches a la Alameda. Al inicio de Trajano, junto al bar El Corralito, una nueva señal advierte a los que van al volante. Desde la semana pasada y tras la derogación del Plan Centro , la restricción vuelve al casco histórico aunque esta vez no contempla un tiempo determinado. Taxis, motos, furgonetas y turismos particulares desfilan perdiéndose en el horizonte de Trajano mientras muchos vecinos y comerciantes se pierden también en la normativa.
Esta señal adelanta unos metros la prohibición de entrar al casco histórico, obligando a los vehículos a girar en dirección a la calle Feria. Eduardo Sánchez la ve desde su taxi. Partidario acérrimo de limitar la circulación en el Centro, no le sorprende que muchos vehículos se salten la restricción. "Estoy harto de ver coches que entran por Puerta Osario y siguen recto hasta Alfonso XII", explica. En su opinión, "el principal problema es que no se hace cumplir" ninguna de las restricciones. "Si se multara en serio durante unos meses, verás cómo la gente se iba a acostumbrar a no entrar", expresa.
En la misma calle, Antonio Ortega, de 68 años, muestra orgulloso su coche aparcado en Trajano ya que "antes era imposible hacerlo". Regresó el lunes de sus vacaciones y acaba de percatarse de la nueva señal. Para él, cualquier tipo de limitación le beneficia, ya que tiene un hijo minusválido y necesita disponer del coche cerca de su casa, en la calle Amor de Dios. Aunque considera que "aún es pronto" para saber si los vehículos cumplen o no, aboga por mantener la limitación del paso siempre que haya "dónde dejar los coches".
Mari Carmen Izquierdo, de 68 años, vive en Santa Bárbara y también acaba de enterarse de la nueva señal. Cree que el Ayuntamiento debería de haber informado antes a través de los medios de comunicación "para que los vecinos y los que vengan aquí sepan qué hacer".
Desde el bar Emperador Trajano, mientras sirve café y tostadas, Fátima Mármol también se muestra sorprendida. A ella no le afecta ninguna restricción ya que su medio para ir a trabajar es la bicicleta. "Yo vine el domingo con el coche por necesidad, aparqué en la Gavidia y no me di cuenta de la señal", explica. Entre muchos de los vecinos y trabajadores que paran en su cafetería, ha notado que muchos de ellos "ya no saben si pueden entrar o no". Ante lo que califica como un "lío", Fátima tiene su propia solución. "Tendrían que haber peatonalizado Trajano y poner Jesús del Gran Poder para un sentido y Amor de Dios para otro. Así el tráfico sería más fluido", expone.
Además de despistados, también hay comerciantes que se confiesan "cansados y resignados" con los cambios en la restricción del Centro. Para la encargada de Farmacia Trajano, la solución principal pasa por mantener la limitación de la circulación apoyándose en nuevos aparcamientos. "Se iba a hacer uno en la Alameda y lo dejaron", expresa. En una tienda de fotos de Trajano, su encargado apoya la solución de los parkings. "No puede beneficiarse sólo El Corte Inglés", añade.
Subiendo hasta la plaza del Duque, Antonio Fernández, de 80 años, pasea ajeno a cualquier ajetreo de motor, limitación o multa, porque "me gusta pasear". Vecino de la Plaza del Cronista, entre la calle Feria y San Luis, confiesa que no entiende "la mentalidad de ir en coche a todos lados y dejarlo en la misma puerta". Defensor de los medios de transporte público y de las propias piernas para desplazarse, reconoce que "hay que poner más información para que los conductores sepan qué hacer" respecto a las nuevas limitaciones al Centro.
Otra de las nuevas señales hace su aparición al inicio de la calle Águilas, junto a la plaza de Pilatos. Tras pasar los postes que sujetaban las referentes al derogado Plan Centro, los conductores se encuentran con una nueva prohibición. Unos la acatan y se desvían por Caballerizas. Otros, los más, continúan hacia la Alfalfa por Águilas. Entre los vehículos se cuela algún camarero en bicicleta, una de las grandes alternativas de los trabajadores del casco histórico. Uno de ellos es Antonio, del bar La Alacena de San Eloy. Confiesa sentirse "engañado" ante esta nueva norma. "Las cámaras y todas esas señales cuestan dinero", reprocha.
Septiembre, con su consecuente regreso vacacional, será la prueba de fuego para valorar cómo toman los sevillanos las nuevas señales que decoran el Centro.