En busca de los otros ‘tuits’

Una ruta ornitológica abierta a quien quiera ir permitirá este sábado apreciar la diversidad de aves de los espacios naturales y descubrir la orilla más desconocida y agreste del municipio.

el 21 ene 2014 / 22:40 h.

Si tuitear se traduce como piar, el próximo sábado va a ser la gran fiesta de los tuits para los sevillanos amantes de la naturaleza, aunque esta vez, probablemente, quienes se sumen a la convocatoria usarán más el móvil para capturar imágenes y sonidos del campo que para enviar y recibir ocurrencias de usar y tirar en lotes de 140 caracteres. La cita es a las nueve en punto de la mañana en el Puerto de la Barca de Coria del Río, y el objetivo consiste en recorrer una ruta ornitológica en busca de las incontables aves que pueblan la orilla más agreste del municipio. Con una misión por encima de todas las demás: escuchar sus cantos, sus gritos, sus voces. Recibir sus tuits, por así decirlo. El responsable de Medio Ambiente y Juventud de Coria, Hipólito Lobato, precisaba ayer que no hace falta inscribirse, ni pagar, ni nada por el estilo. No hay que decir ni pío: con presentarse allí a la hora convenida, basta. jornadas-ornitologicas“Lo más singular de la zona que vamos a recorrer el sábado”, comentaba ayer tarde el concejal, “es que se trata de un lugar completamente desconocido para mucha gente. Es la otra orilla de Coria, el lado contrario a aquel donde se alza el pueblo, pero que concentra cinco sextas partes del término municipal; una zona de vega y dehesa donde se encuentra el llamado Brazo del Este, famoso entre los ornitólogos del norte de Europa, que lo colocan a la misma altura que Doñana por su peculiaridad de congregar muchas especies diferentes en muy poco terreno”. A este paraje se accederá por la célebre barca que cruza el Guadalquivir a la altura de Coria del Río, barca desde la que se producirán ya los primeros avistamientos de aves: esa feúcha y mandona conocida como cormorán grande y, junto a él, las ruidosas y alborotadoras gaviotas reidora y sombría. La primera, así llamada por razones obvias; la segunda, por esas alas negras suyas que la hacen única en su especie. Pasado el río, la primera etapa del itinerario es el ya citado Brazo del Este. Allí, en un ambiente marismeño (en sentido literal: palmeros, abstenerse) el Ayuntamiento anuncia que se podrán ver ejemplares de cerceta pardilla, cigüeña negra, focha común, focha moruna, aguilucho lagunero y calamón. De este concurrido lote de animales se recomienda no quitar ojo de encima a la chirriante focha; una criatura que tiene la costumbre de buscar su pitanza de plantas acuáticas zambulléndose en una vertical perfecta y apareciendo siempre por el mismo sitio por el que se sumergió, a decir de los entendidos. Pero si suerte será el poder apreciar esto, más suerte será el poder ver un calamón, por mucho que venga anunciado en el programa (probablemente, sin conocimiento del interesado). Y no porque no haya, que los hay, sino porque esta ave en particular es de todo menos lo que en ambientes ambientes distendidos se denominaría el rey de la fiesta. Para nada. El calamón, como su propio nombre no indica pero parece indicar, es un misántropo reconocido por las autoridades zoológicas. No le gusta intimar con humanos. De hecho, más bien se esconde hasta que se han ido, como ciertos hermanos pequeños en ciertos hogares. Pero eso sí: quien logre divisar uno de estos individuos de voz trompetera se llevará la alegría de contemplar a todo un acróbata: lo mismo vuela que trepa, se lanza al agua y se da tres vueltas. Tras el Brazo del Este se sigue hacia la Dehesa la Atalaya, reducto de monte mediterráneo coronado por rapaces, principalmente busardos ratoneros y aguiluchos laguneros. Y de allí se continúa hasta la tercera y última etapa del recorrido: el nuevo cauce del Guadaíra, un canal artificial que, como indica el Ayuntamiento de Coria, ha ido transformándose en un auténtico corredor ecológico para la avifauna de las marismas del Guadalquivir. Allí se podrán ver otras cuantas especies de aves. Empezando por el pato cuchara (así denominado por no ser precisamente chato) y siguiendo por el ánade real. Además de estos, también rondarán por el lugar el escribano palustre, el ruiseñor pechiazul y el pájaro moscón, que lejos de ser obras de Disney constituyen auténticos tesoros naturales. El primero, pequeño, atrigrado y con su bufanda de pluma blanca. El segundo, con una diana de azules y ocres en la pechuga. Y el pájaro moscón, como un pajarito con antifaz negro, tipo el Zorro. Y cada uno de ellos, con su canto. “Y no son las únicas rutas que hacemos”, avisa el concejal Lobato. “Todos los años, sobre el mismo itinerario, hacemos también la ruta astronómica, ya de noche; y otra fotográfica; y una más para buscar huellas de animales. A ellas acuden personas de muy diferente perfil, desde catedráticos hasta niños acompañados de mayores. El objetivo es sensibilizar a la gente ante esta otra forma de tuitear. La clásica, en vías de extinción.

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