Por mucho que se comprenda la rabia y el dolor que puede sentir quien ve perder su casa por el ataque de unos terroristas, no es justificable la actuación de Emilio Gutiérrez, el ciudadano que destrozó el mobiliario de una herriko taberna de Lazkao, en Guipúzcoa, en represalia por los daños sufridos en su vivienda por el ataque a una Casa del Pueblo del PSE.
El "ojo por ojo" de la ley del Talión que esgrimía el joven tras ser detenido no puede más que entenderse por el brote de desesperación que sufrió. Una de las cosas que diferencian a los demócratas de la banda de totalitarios que quiere imponer su ley del terror en Euskadi es que los primeros actúan siempre bajo el amparo de la legalidad. Su actuación tiene la atenuante de haber perdido momentáneamente la razón, pero en ningún caso puede jalearse, por más que fue provocado por las risas de los cínicos de siempre, que además ahora lo han amenazado de muerte.
