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“En el carro decía: niño no, niña”

La abuela y la madre de un pequeño transexual relatan cómo lo viven y afrontan prejuicios

el 20 jul 2013 / 23:30 h.

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Tiene solo 8 años y la mirada dulce e inocente de la infancia. Sin embargo, ya ha tenido que escuchar en el colegio insultos de maricón y a su corta edad, la experiencia le ha enseñado que solo puede mostrarse tal y como es en círculos íntimos. Cuando sale a la calle, va a la escuela, en definitiva, para convivir en la sociedad, ha aprendido a fingir una personalidad que no es su verdadero yo y a vestirse como se espera de él y no con los vestidos que tanto le gustan y que su abuela le compra encantada, ni con las uñas pintadas ni haciéndose llamar por un nombre femenino distinto al que fue bautizado. También su madre, que tiene claro que “esto es lo que hay, ha salido así y hay que aceptarlo y protegerlo”, le ha enseñado que “de momento tiene que ser así, ¿para qué buscar problemas? Cuando sea mayor ya decidirá”. Eso sí, afirma rotunda que “él sabe que el apoyo de su familia lo tiene” y si se meten con él, “araño. Es un niño normal, ¿por qué hay que meterse con él porque tenga sentimientos diferentes?”, clama entre la indignación y el lamento. Él asiste callado y tímido a la conversación junto a su hermana mayor, que aunque le protege y es quien cuenta a su madre cuando alguien se mete con él porque “no le gusta”, la madre admite que tienen una relación complicada. “Siempre ha tenido celos de él y alguna vez le he tenido que reñir por comentarios, es una relación de ni contigo ni sin ti...” El pequeño sonríe cada vez que su abuela, que con 62 años muestra una mentalidad abierta de la que muchos jóvenes carecen, le habla de “ese vestido rojo que tanto te gustaba” –recuerda que con apenas 5 años “nos hizo pasar una vergüenza porque íbamos a comprarle ropa a la hermana y él se agarró a un perchero”–, las muñecas que le regala por su cumpleaños o las bailarinas rosas que el otro día se probó en una zapatería. “Le pedí a la dependienta un número mayor, se lo probamos y dijo ah, que son para ti. Entonces él se medio escondió detrás mía y yo le dije que no se escondiera, que su abuela no iba a robar nada, las iba a pagar y su dinero es tan bueno como el de cualquiera. La muchacha se disculpó apurada”. Madre y abuela reconocen que deben luchar contra los prejuicios incluso dentro de la familia. “El padre ya lo va aceptado pero le costó. Decía que nosotras le estábamos potenciando que fuera así y yo le dije que no, que al niño se le han comprado desde chico coches y scalextric que ni ha tocado y jugaba con las muñecas de la hermana”, relata la madre, que cuenta que se le notaba desde muy pequeño. “En el carrito, casi ni hablaba y si le decían qué niño más guapo, decía, niño no, niña”, recuerda su abuela. También ella ha tenido discusiones con su marido. “Le reñía mucho. Cuando se ponía vestidos o los bañadores de la hermana, le decía mamarracho. Para lo que nosotros es disfrazarse, para él es vestirse, y disfrazado va ahora [con camiseta y pantalón corto]. Él notaba cierto rechazo y un día hablé seriamente con el abuelo”. Y es que su abuela solo tiene un deseo: “Que su nieto sea feliz”. Y un temor: “Muchos acaban donde acaban porque su familia no los aceptó. Recuerdo el caso de la Veneno. Y mi nieto desde luego no”. El abuelo aún le “sugiere” que “está más guapo con ropa de niño pero él ya le contesta”. Igual que ha aprendido a comportarse según las circunstancias – “para venir [a la entrevista] le he dicho si le ponía unas zapatillas que tiene con mariposas, y me ha dicho que mejor no”, dice la abuela– también se atreve ya a responder a según qué comentarios. Precisamente, una de las grandes preocupaciones de su madre es que “aprenda a defenderse” y “no le afecte”. Para ello están trabajando con psicólogos y la orientadora del colegio, donde ha empezado a tener problemas “no porque sea torpe sino porque va a disgusto, solo una niña juega con él”. Sí tiene otros amigos del barrio que le conocen desde pequeño y cuyas madres “les han explicado a sus hijos que no pasa nada y es un niño normal”. Hoy por hoy, el pequeño lo tiene claro. “Un día me dijo que el dinero de su hucha lo quería para hacerse mujer. No creo que sepa que existe la operación, simplemente es su deseo”, cuenta la madre, que admite que se ha informado aunque “no me voy a precipitar. Ya decidirá de mayor”. La abuela bromea con él. “Y entonces yo te compraré los tacones más bonitos y el año que viene vamos a ir a la cabalgata [del Orgullo Gay] y tu abuela se subirá a la carroza con la bandera [multicolor]”. Su mensaje es simple. “La sociedad tiene que abrirse más, hay que aceptar a cada uno como es”.

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