En el minuto 30 de la segunda parte, el Betis estaba en Segunda División. Ni más, ni menos. En el minuto 90, con el 3-2, el Betis no estaba salvado. En el minuto 95, con el 3-3, tras la calamidad de Ricardo (muy parecida a la de Schumacher con Battiston en 1982, en cierto estadio tan lejano), el Betis vuelve a estar un poquito más cerca de Segunda, aunque no con los dos pies, como ocurría en ese minuto 30 de la segunda parte.
A fin de cuentas, y en pleno Sábado de Pasión, a esta situación se ha llegado por: 1) El equipo es un desconcierto absoluto, y ha consumado una extraña rutina: convertir lo extraordinario en ordinario. Cada partido del Betis es una sucesión de situaciones enloquecidas. Por algo será, pero así es. 2) Lopera se ha negado en redondo a destituir a Chaparro, contra la opinión de todos los que le aconsejan. No le den más vueltas: esto es, porque, tanto si el Betis se mantiene por los pelos con Chaparro, como si baja con Chaparro, (ambas cosas son probables), cualquiera de estas dos opciones es mejor para Lopera... que despedir a Chaparro y descender con otro entrenador, como también sería probable. Esto es lo que piensa Lopera, vamos.
Y, dada la actual deriva de la situación, ¿qué puede ocurrir desde ahora...? 1)El Betis se va a Segunda con Chaparro: en este caso, Lopera se quedaría al frente de la entidad, al menos hasta rescatarle la categoría. 2) El Betis se mantiene con Chaparro: en este caso, Lopera podría plantearse muchas cosas. Como contratar a otro entrenador, o como, inclusive, contactar de nuevo con el jeque, lo que sería así como cuando Moisés mandó que se abrieran las aguas del Mar Rojo. O verde. Y 3) Pregunta esencial: ¿Puede vender Lopera? Diremos que eso es más posible que el hecho de que aparecieran béticos de postín con el dinero en la mano. Y, dicho todo esto, la única realidad es que, en el minuto 30 de la segunda parte, ante el Numancia, el Betis estaba en Segunda División: con Lopera y con Chaparro, tanto monta, monta tanto.
