Cultura

En el nombre de Haendel

Por su imponente esbeltez y por su sobrecogedora serenidad, la villa de La Chaise Dieu, en la región del Alto Loira -Francia- tiene algo de escenario de película. Y es fácil imaginarse una trama como la de En el nombre de la rosa al pasear por los claustros y jardines de la Abadía de La Chaise Dieu.

el 16 sep 2009 / 07:39 h.

Por su imponente esbeltez y por su sobrecogedora serenidad, la villa de La Chaise Dieu, en la región del Alto Loira -Francia- tiene algo de escenario de película. Y es fácil imaginarse una trama como la de El nombre de la rosa al pasear por los claustros y jardines de la Abadía de La Chaise Dieu, epicentro de un histórico festival que concentra cada mes de agosto a las mejores formaciones orquestales del mundo.

La imaginación se detiene sin embargo al comprobar cómo esta reducida población duplica su número en estas fechas con motivo de un encuentro que concentra cada noche a 1.200 personas. Con tal perspectiva -y tras el reciente llenazo en la diminuta Vézelay- es fácilmente verificable que la crisis en Francia, al contrario que en España, está haciendo poca mella en la vida cultural. Y mientras ayer, centenares de personas pagaron hasta 100 euros para disfrutar con la Orquesta Barroca de Sevilla, el conjunto en su casa, tiene que andar regateando con sus valedores para que puedan continuar ofreciendo un regalo del máximo nivel en materia musical.

A pesar de la delicada situación que atraviesa -¡otra vez!- la OBS, centrada anoche en el corazón de un imponente escenario que horas antes había acogido el fastuoso Réquiem de Verdi, volvió a revivir el oratorio Israel en Egipto de Haendel, ahora con mejores condiciones acústicas que el sábado en Vézelay. Todo en este festival con 43 años de historia tiene el barniz de la vieja Europa: una abadía benedictina fundada en 1043, más de 30 conciertos en un mes y una puesta en escena del máximo lujo, por mor de alfombras rojas, pantallas para seguir el concierto en los asientos de menos visibilidad y una colección de tapices clásicos.

Con tan pródigo número de adornos, la acústica arropó notablemente a los dos conjuntos -OBS y Coro Arsys Bourgogne-, lo que benefició a una interpretación más concentrada y entendible. Si en Vézelay primó un solemne tono de gran optimismo, anoche Pierre Cao firmó una versión igualmente expansiva pero de perfiles más recogidos, en la que el público acabó aplaudiendo a ritmo local una ejecución en la que la orquesta tuvo más huellas de protagonismo en el coral oratorio haendeliano.

El Coro Arsys, un peldaño más camerístico que el sábado, entendió que no hace falta lucir tanto músculo vocal -que lo tienen de sobra- para servir a esta brava partitura. La novedad en los solistas vino de la mano de la soprano Mhairi Lawson, con agudos de color pero de irregular modulación. El contratenor Martin Wölfel vivió algunos apuros en el fraseo. A gran nivel el resto de los competentes invitados que, en nada, eclipsaron el trabajo de los músicos. Si todavía queda alguien que no se cree que la OBS es ya una marca con sello de calidad internacional, todavía puede alargarse a Pontoise (Francia) el 11 de septiembre para -a qué dudarlo- disfrutar con otro vaticinable triunfo.

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