La celebración ayer de los actos de homenaje a las víctimas de los atentados del 11-M en Madrid vino marcada por una nota dolorosa de desunión política. El Partido Socialista se ausentó del acto convocado por la Comunidad de Madrid en protesta por el carpetazo a la comisión que investiga los supuestos espionajes dirigidos por consejeros del Gobierno de Esperanza Aguirre. Los políticos de la federación socialista madrileña tenían razón en sus quejas. La comisión montada en el Parlamento de Madrid se ha parecido más a una pantomima teatral que a una investigación rigurosa de las gravísimas denuncias de tramas de espías desarrolladas en el entorno del Ejecutivo de Aguirre. Pero el abuso de Aguirre y los suyos no justifica el plantón de ayer. El PSOE de Madrid nunca debería haber utilizado un acto institucional de homenaje a las víctimas del 11-M para mostrar su disgusto por el paripé del Gobierno del PP. Ayer no era día de protestas, sino de reconocimiento a quienes han sufrido una experiencia desgarradora que les perseguirá de por vida. Las víctimas del 11-M no pueden ser utilizadas en una trifulca política, por mucho que ésta no sea más que una anécdota en comparación con la manipulación torticera que han sufrido todos estos años por parte de quienes se abonaron a la teoría de la conspiración para intentar derribar al Gobierno socialista. Han pasado cinco años y un día desde que un grupo de yihadistas sembrara el terror en Madrid causando 192 muertos y más de 2.000 heridos. Los asesinos del 11-M purgan su culpa con condenas que les dejarán en la cárcel por muchos años y el PP ha dejado en el cajón los delirios conspirativos que tanto daño hicieron en la anterior legislatura. Tanta división en torno al atentado terrorista más grave sufrido en toda su historia por España ha quedado atrás. Ahora es tiempo de recordarles a las víctimas que están en la memoria colectiva de una sociedad que se sintió herida esa triste mañana de marzo.
