Julio se despide con calor, como debe ser. En la ciudad ardiente algunos vuelven a hacer cuentas, mientras a todos nos sube la temperatura de la memoria sobre el asunto Tablada. Un asunto con vendedores y compradores, en estado de cálculo de ganancias y sordos al plan anunciado por el Ayuntamiento para expropiar los terrenos de la dehesa.
Las ambiciones han vuelto a despertar con la sentencia del TSJA. Pero no está dicha la última palabra. El Ayuntamiento quiere ser quien la diga y apuesto a que la inmensa mayoría de los sevillanos lo apoyan. Como lo han apoyado en la decisión de despojar a Queipo de Llano de unos honores que, como otras muchas humillaciones, aguantó esta ciudad, este país, durante todos aquellos innombrables años de falta de respeto, de atropello y de vergüenza. Demasiados años y lento despojarse de los insultos a la decencia.
Quedará en la crónica sentimental del día de la unanimidad contra aquel general del terror, la emoción de Antonio Rodrigo Torrijos, quien se había atrevido a lo que, seguramente, muchos pensaron antes que no era posible, por eso se ha tardado tanto tiempo en poner las cosas en su sitio. Celebrado sea lo hecho, por fin, porque, como muy bien se decía en el valiente y necesario editorial de este periódico: "el indigno general no podía seguir por más tiempo apalancado en el olimpo de los hijos ilustres de Sevilla?
Esta ciudad no ampara criminales de guerra" concluía el editorialista. Y una dejaba reposar el periódico y se daba un poquito a la lágrima, lágrima por el largo tiempo de espera, sí, pero también por la feliz llegada de la justicia para todos los que aun están para recordar el dolor que aquel produjo. Que estos, sí, sean siempre recordados y honrados.
Periodista
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