La Junta de Andalucía tendría que precipitarse a nombrar hijo predilecto de la comunidad al ingeniero responsable de la entrada en servicio de aquel legendario primer AVE entre Sevilla y Madrid, en 1992: ni retrasos, ni desprendimientos, ni socavones. Y todo ello, sin telefonía móvil ni ordenadores portátiles. A la luz de lo ocurrido con los nuevos tramos de la Alta Velocidad ferroviaria, en aquella prehistoria de hace quince años, las cosas se hicieron sorprendentemente bien y la única crítica sustancial que profirió alguna que otra caverna fue la del insólito privilegio que suponía dicho trazado para una Andalucía que no iba a saber rentabilizarlo.
Los andaluces somos tan propensos a la ojana como a la hipercrítica. Así que lo mismo elevamos a los altares a los terratenientes que estuvimos a punto de lapidar a Jacinto Pellón por la Expo, mientras Cataluña escapaba de rositas del lado oscuro de la Olimpiada de aquel mismo año, que también lo hubo.
Sin embargo, nostalgia aparte, los insólitos retrasos sufridos por el AVE a Málaga, durante los primeros días de su entrada en funcionamiento, quizá no fueran tan controvertidos de no mediar los graves sucesos acaecidos recientemente en la red de cercanías de Barcelona a partir de la llegada de ese tren vertiginoso a la Ciudad Condal. Todas las miradas aparecen lógicamente vueltas hacia Magdalena Álvarez que empieza a guardar un extraño parecido político con Francisco Álvarez Cascos, uno de sus predecesores en la cartera de Fomento.
Hasta ahora, la ministra venía manteniendo el tipo por aquello de que es posible que tuviera que dimitir por sus responsabilidades pero también tenía que asumir su responsabilidad para terminar de sacar adelante dichos proyectos de esta legislatura. Tras las sucesivas inauguraciones más o menos festivas, a la ministra y a su equipo hay que empezar a pedirle explicaciones.
Quizá, en plena precampaña electoral, no sea el momento más adecuado para ello. Pero, ¿cuál será el momento, entonces? Si resulta conocida aquella frase de Camilo José Cela de "quien resiste gana", tal vez tanta resistencia a abandonar este cargo le reste y no le sume al Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero.
La ministra Álvarez tendría que fichar a la bruja Lola para que le conjurase las velas negras que alguien parece haberle puesto. Lejos del indudable rédito político, social y económico que, a la larga, tendrá el AVE en dicha provincia andaluza, a los socialistas malagueños y a ella misma puede costarles muy caro ese maleficio. Y, sobre todo, el hecho de haber metido un gol en propia puerta.