Local

En misa y repicando

Con la erupción de la Feria, un nubarrón de albero, ruido y estiércol cubre Los Remedios, un barrio de altos vuelos obligado a tomar tierra. Literalmente.

el 19 abr 2010 / 18:11 h.

La bendita maldición de vivir junto a la Feria convierte el muy católico retal de Los Remedios, desde hoy, en un desquiciado polverío en el que se duerme mal, huele a montura, no existe guiso que no lleve albero y no hay más opción que estar en misa y repicando, es decir: intentar vivir como siempre en medio de una fiesta loca de atar, lo cual no siempre es posible ni recomendable. Desde las ventanas de sus altos bloques de ladrillo se ven las riadas de flamencas y caballistas, a quienes tal vez, por aquello de que se lo van a cruzar veinte veces a lo largo de la semana, vendría bien una pequeña guía práctica de este barrio para sacarle el máximo partido a su tránsito y, de paso, para solidarizarse más con su vecindario.

Sepa usted una cosa: Los Remedios no sólo es uno de los barrios con mayor proporción de universitarios en su población activa (82,9%), con más coches por habitante (46 por cada mil) y con menor tasa de paro (14,9%), sino que probablemente (no hay datos, pero estaría bien apostar) también sea uno de los distritos de Sevilla donde se toma más tila alpina: aquí no gustan nada los ruidos, las voces ni las estridencias, provocan temblores de manos y despeinamientos en masa; de modo que figúrese cómo les sentará encontrarse una yegua comiéndose los folletos del Mercadona en el portal de casa, con un tombolero metido en el tímpano o con un tablao improvisado en el pretil de la ventana. Para ellos ya es un martirio el habitual caos de tráfico, que al lado de lo que viven ahora podría considerarse una versión motorizada del Paraíso, así que no los mortifique con otros tormentos.

Puede darse la circunstancia de que, en un rapto de lucidez, decida usted salirse de la Feria durante un ratito para reponerse de las diez horas que lleva allí y de las catorce que aún le quedan. Tiene dos sugerencias muy razonables para esto: una, el parquecito que hay al comienzo de Virgen de Luján, esquina con Juan Sebastián Elcano; la otra, los jardines del cura don Otilio, junto a la parroquia. El primero es más fresquito y amplio, pero también más fragoroso; el segundo es el pórtico del antiguo barrio de casitas blancas que conforman el viejo Los Remedios y no se oye ni al gato. Además, a unas malas, siempre puede ingresar de urgencia en la iglesia, un colosal monumento a los años sesenta donde encontrará sombrita, confesionarios por si hicieran falta y unas vidrieras de colores muy modernas y muy bonitas, muy paz y amor.

Pero para los que no entiendan el reposo sin arrimarle a éste algún condumio, el barrio con más cafeterías por metro cuadrado no va a ser impedimento, al revés. La Campana, también frente a la iglesia, en Virgen de Loreto, es de lo más apañada para estos fines. Al lado de ésta, además, hay un pequeño milagro en forma de tienda denominado Guisos para llevar. Uno de los lotes que venden: un kilo y medio de salmorejo, otro de gazpacho, dos de ensaladilla de gambas y uno y medio de carne mechada, 51,80 euros También hay bandejas de pastelitos a 9,90. Los amantes de lo salado que también lo sean de lo servido en mesa, que se vayan a Virgen de la Estrella; allí, entre jardines y con sus veladores al fresco, una batería de tres bares con una cocinas de primera división: El Latino (que nació con el barrio), Cervecería Emilio y La Brasa.

En Madre Rafols hay una cantina más juvenil. Y un estanco, que siempre es bueno saberlo. A la vuelta, en Juan Ramón Jiménez, encontrará unos cuantos bazares chinos por si de repente le hiciera falta un gatito dorado de la suerte, un cuadro fluorescente de unos ciervos en la floresta o unas gomas para el pelo. Y en Virgen de la Victoria esquina con Arcos, el objeto de deseo de todo feriante: una alpargatería. Si no le vienen bien para los pies, lo mismo le dan apaño sus productos, llegado el momento, para abrirse paso entre los caballos.

Como no todo va a ser consumo, sino también conocimiento de otras culturas, aproveche su viaje y visite Virgen de Begoña, con los más descomunales y abundantes excrementos de perro que jamás háyanse visto en una calle; pasee sobre sus cráteres. Acérquese a Asunción y acomódese en sus nuevos banquitos para ver pasar a las flamencas, con su gracejo, sus simpáticos cantes y sus escoceduras. Y si, con todo, no fuese consuelo, tuerza por Virgen de Luján camino de la entrada del parking: allí verá el escaparate de Viajes Marsans con la siguiente oferta: Esencias de la Capadocia, 229 euros. Los Remedios. Le pega el nombre.

De utilidad:

Una cerveza con tapa: Bar Latino (Virgen de la Estrella).

Un café con dulce: La Campana (Virgen de Loreto).

Un paisaje original: La terrazas de fantasía de la calle Asunción.

Un lugar donde esconderse: Los jardincitos de la parroquia.

Un capricho: Un helado de Jijona (Virgen de Luján).

Un aviso: Muchas tiendas del barrio cierran durante la Feria.

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