Local

¿En nombre de Dios?

Una de las afirmaciones que me parecen más ridículas es la que proclama que en la jerarquía de la Iglesia española existe un ala progresista frente a la ortodoxia inamovible e integrista de Rouco Varela.Son cosas de políticos y periodistas aburridos. El Gobierno de la Iglesia es monolítico y radical como corresponde a la historia de la Iglesia española.

el 14 sep 2009 / 23:14 h.

TAGS:

Una de las afirmaciones que me parecen más ridículas es la que proclama que en la jerarquía de la Iglesia española existe un ala progresista frente a la ortodoxia inamovible e integrista de Rouco Varela.Son cosas de políticos y periodistas aburridos. El Gobierno de la Iglesia es monolítico y radical como corresponde a la historia de la Iglesia española.

Otra cosa es el resto de la Iglesia: los miles de sacerdotes que se baten el cobre al relente, sin palacios barrocos ni latines, sin sanedrines vaticanos y sin tanta inspiración política e ideológica. Y de cara al pueblo. Los curas y católicos de base que andan pateándose las barriadas marginales, atendiendo a inmigrantes, alfabetizando a los que no tienen ni derecho a la educación. Porque es evidente que lo que coexisten son dos iglesias: la que manda y la que obedece. La que gobierna la institución predicando y la que reparte trigo; la que pastelea con el PP y le ayuda con su campaña electoral y la que permanece al margen de esos enjuagues. Esto es más o menos así.Pero no existen dos alas ni dos sectores ni siquiera dos sensibilidades en el seno de la cúpula eclesial.Como se ve en las posturas que adoptan y en los objetivos políticos que apoyan no hay margen para la deserción. De hecho, la Conferencia Episcopal utiliza a la otra parte de la Iglesia en sus campañas publicitarias para recaudar dinero procedente de las declaraciones de Hacienda de los españoles. Es el Gobierno de Rouco yGarcía-Gasco el que pide las ayudas colocando por delante la imagen de la Iglesia que trabaja a pie de obra, en África o en las Tres Mil.

Viene a cuento esta reflexión por la decisión adoptada esta semana por los obispos andaluces, con el cardenal de Sevilla,don Carlos Amigo Vallejo, a la cabeza, quien disfruta de un cierto aura "progresista" en el seno de la Iglesia Católica, aunque no se le conocen mayores disensos que las puntualizaciones u oportunos matices que ha introducido tras las declaraciones bestiales de algún otro prelado contra los transexuales, pongamos por caso. Matices obligados por la experiencia, sensibilidad e inteligencia del cardenal de Sevilla, quien no acudió al aquelarre de Rouco en Madrid, pero que demuestra estar en el redil con el comunicado de marras.

Pero poco más. Que nadie espere que la Iglesia andaluza juegue un papel distinto al de la cúpula nacional de la institución religiosa, ni siquiera su propio papel, como demostró a la baja durante el referéndum estatutario: está montada en el mismo carro político, encantada de asociarse, ya sin tapujos, con una opción política (el PP) y por lo tanto en franco combate con la otra (el PSOE) . Los obispos andaluces han llamado a votar contra el partido que supuestamente defiende el aborto (conAznar estaba vigente la misma ley sin que nadie se manifestara), contra la eutanasia, la Educación para la Ciudadanía o la crisis económica. Las "orientaciones pastorales" de los obispos andaluces no tienen desperdicio:temen que los problemas del"ramo de la construcción" originen más paro inmigrante y favorezca más delincuencia.No descartemos un próximo comunicado de los prelados andaluces contra el POTA. Y añaden que, ojo, en estos tiempos de crisis la corrupción anida en las instituciones. Como se ha demostrado en Marbella, por ejemplo, donde se han llevado hasta los pasamanos en el mayor periodo de boyantía económica que se recuerda.

Quien esto suscribe es firme partidario de que los obispos opinen, digan lo que quieran y se metan en política, que hasta ahí podíamos llegar. Es un derecho que les asiste y que no necesita el plácet de nadie. Pero dicho eso y dado que están investidos de una autoridad moral de origen divino y de un magisterio intangible que no ha sido refrendado en votación alguna, hay que exigirles que lo hagan cumpliendo dos premisas. La primera es el respeto absoluto al sistema democrático y a nuestro juego de mayorías y minorías. Nadie, ni en el cielo ni en la tierra, tiene mayor prevalencia ni sus opiniones reciben carta de naturaleza mayor que la expresada por el pueblo soberano a través del Parlamento. ¿Fácil de entender verdad? Es lo mínimo que debemos exigir a quien así despacha sus "orientaciones pastorales" ante el futuro uso y disfrute del derecho al voto.Si uno orienta a sus feligreses en una determinada dirección, deberá respetar la posibilidad de que las mismas urnas le concedan el triunfo a otra opción política y que aplique medidas de signo distinto a las que propugnaba el partido de los obispos. Lo que no sirve es apoyar una opción ideológica-política y añadir en sus "orientaciones pastorales" párrafos como el siguiente:"Los inmensos medios que el poder pone hoy en manos de los responsables políticos hace que la tentación de manipular a la sociedad, y de reducir el gobierno de los hombres a un control cada vez más minucioso y estricto de todas las dimensiones de la vida, incluso de la conciencia, sea una tentación muy fuerte, a la que se cede con frecuencia. La libertad es un bien frágil. El peligro del totalitarismo, aún con apariencia democrática, es un peligro muy real en nuestro mundo, al que están expuestos todos los partidos políticos". Oiga, ¿sí o no?, ¿en qué quedamos?, ¿respetamos el juego con sus reglas o pedimos que el pueblo se abstenga porque camuflada en las filas de los demócratas acecha la tentación totalitaria? Curiosa reflexión la de los obispos sobre el poder omnímodo, precisamente cuando el gobierno de la nación -que es el que en su día tendrá que ocuparse del aborto, la eutanasia o la educación- disfruta de una frágil y dependiente mayoría, frente a los últimos cuatro años de Aznar, con una mayoría absoluta tan rocosa como silente fue la actitud de estos obispos que hoy hacen de Pepito grillo. Extraña paradoja: hacen más ruido hoy, cuando sólo un 28% de los católicos españoles admiten cumplir con sus obligaciones religiosas, frente al 90% que sí lo hacía en 1978.

Lo segundo y último que cabe exigirle a la Iglesia católica ya que se pronuncia sobre política en los términos en que lo hace y orienta el voto hacia el PPcon la claridad con que lo hace es que asuma que están dando un paso definitivo para que el catolicismo se considere una opción política pura y dura. Si aceptan las dos premisas básicas y juegan ese rol, sean bienvenidos al juego de la política y la democracia, en el que participamos todos. En caso contrario, si van a optar por utilizar el sistema cuando les interese y denostarlo cuando las urnas no materializan sus deseos, mejor que dejen a Zapatero dedicarse al Gobierno y ellos, los obispos españoles, se dediquen a sus zapatos.

  • 1