Pocas palabras hay tan gastadas y manidas como la de pionero. El querer llegar el primero a un lugar es el deseo más ferviente de todo emprendedor. En el excepcional caso de Miguel Ángel Escalera y Lola Gallardo -responsables, dueños, impulsores de la Librería Rayuela- sí que pueden colgarse la medalla. Inauguraron un espacio para la literatura infantil -¡en Sevilla!- cuando ningún librero en España apostaba por los pequeños lectores. Su aventura, además de comercial, es de auténtica vocación cultural. Y así, una cosa se entreteje con otra y van dos tiendas abiertas y varios proyectos en marcha. Los Hermanos Grimm y todos los grandes que vinieron después no pueden tener mejores escuderos que esta pareja de apasionados por los cuentos.
-Les imagino frotándose las manos al ver acercándose la Navidad en el calendario...
-Es lo que hay que esperar, poder frotarse las manos después del duro trabajo que conlleva la preparación de la Navidad desde cuatro meses antes y, como en la fábula moderna de Frederick, escrita por Leo Lionni, recoger provisiones para el invierno, no solo de alimentos sino también de ilusión, de reencuentros, de colores y de cuentos que recibimos de todos los que vienen a Rayuela.
-Seguro que los libros buenos son maravillosos, pero ¿y los malos, cómo son?
-Preferimos decir que los libros que no tenemos no cumplen nuestros criterios de selección. Pero es cierto que todos tenemos en la cabeza algún libro que hemos empezado a leer y hemos abandonado por malo.
-La Librería Rayuela y la productora Pixar (Toy Story, Wall-E...) tienen algo en común, ¿no cree? Fascina a los pequeños y divierte a los papás...
-[risas] ¡Nunca se nos hubiera ocurrido la comparación! Queremos transmitir la necesidad de compartir con los hijos la lectura y el juego, pero no por "el deber de padre", sino por ser necesario para nosotros, los adultos. La lectura se transmite como la leche materna, desde la infancia, estableciendo vínculos afectivos y en cuanto al juego, mucho mejor lo cuenta el maestro Pablo Neruda "En mi casa hemos reunido juguetes pequeños y grandes, sin los cuales no podría vivir. El niño que no juega no es niño, pero el hombre que no juega perdió para siempre al niño que vivía en él y que le hará mucha falta".
-Al contrario que el cine de animación, la literatura infantil parece, a priori, un terreno vedado para los adultos. ¿Nos convendría ampliar horizontes?
-Totalmente, y en Rayuela invitamos a los adultos a leer literatura infantil, a grupos de padres como a adultos sin niños a su alrededor. Hace unos días, nos pasamos entre nosotros una lectura de Andres Barba -Arriba el cielo abajo el suelo- que nos emocionó a los dos y a todo nuestro equipo de trabajo. Reivindicamos constantemente aquello que tantas veces se ha dicho ya de que: "La literatura infantil es aquella que pueden leer también los niños".
-¿Cómo se convence a un adolescente de que un libro puede ser igual de sugerente que un juego de vídeo consola?
-Pues si anteriormente no ha tenido vínculos con la lectura, dificultosamente. Sin embargo, conocemos a pre-adolescentes, adolescentes y jóvenes que comparten la lectura en su tiempo de ocio con las redes, los juegos de video consola, la música...y que esperan la siguiente entrega de algunas de sus sagas favoritas con la misma o más impaciencia que la última versión del Fifa.
-¿Existen en Sevilla y, por extensión, Andalucía, actuaciones específicas y suficiente en pos de la literatura infantil?
-Suficientes no, aunque la cantidad no es siempre lo único a valorar, pues también hay actividades de animación lectora que más que motivar, desaniman. Si no hay presupuesto para muchas, al menos que haya personal técnico que pueda elegir las mejores. Nosotros hemos tenido la oportunidad de participar en un estupendo proyecto que de momento, como muchas otras cosas, está paralizado, El Parque de los Cuentos, en Málaga, que pudo haber significado un referente nacional e internacional para la literatura infantil y el cuento como género literario. En Andalucía tenemos escasos premios y certámenes importantes sobre literatura infantil y juvenil y sabemos que las dotaciones a bibliotecas para compra de libros están prácticamente congeladas por ahora. Aún queda mucho por hacer y del trabajo de todos depende ir cambiando este panorama.
-A propósito, ¿qué país del mundo saca al mercado una literatura para pequeños de mejor calidad?
-No sabría seleccionar un país, pero en España se esta haciendo en los últimos diez años un fantástico trabajo en literatura infantil. Premios nacionales como Eliacer Cansino, escritor sevillano, lo avalan. Tradicionalmente, la literatura inglesa, alemana y nórdica son las que más han destacado en nuestro género.
-¿Los Hermanos Grimm siguen siendo invencibles?
-Los hermanos Grimm no son los más leídos ya, pero esta bien leer los cuentos que ellos y algunos otros recopilaron porque los cuentos populares nos trasmiten claves culturales fundamentales.
-¿Cuántos imitadores le han salido a Rayuela?
-Algunos hay. En referencia a este tema hay algo que siempre nos ha ayudado bastante y es pararnos un momentito... y volver ha hacernos conscientes de cuál es nuestra línea de trabajo y de cómo podemos hacer cada día para mejorar sistemas, procedimientos, nuevos proyectos. En definitiva, mejorar y avanzar.
-¿De qué libros se sienten más orgullosos de tener siempre en stock?
-Aquellos que después de haberlo recomendado, han vuelto por otro igual o parecido porque aquel les encanto. Tenemos en la cabeza más de un libro que cumple esta condición: Historia de ratones, La cebra Camila, La pequeña oruga glotona, Inés del revés, El pequeño conejo blanco, Esconderse en un rincón del mundo... y al menos 100 más.
-Cuando unos padres entran con su hijo en Rayuela...
¿quién elige verdaderamente el libro, los mayores o el niño?-Intentamos que escoja el niño o la niña, pero para ello, primero tiene que venir a la librería, cosa que no siempre ocurre, y segundo, el adulto debe darle la justa capacidad de decisión, pero entrar ahí no es nuestra tarea. Eso sí, al sabernos intermediarios entre el niño y el libro, siempre pensamos en el niño cuando sugerimos al adulto, aún cuando resulte difícil convencerlo de la elección.