La Tacita de Plata está volviendo a dar voces interesantes, y cuando Cádiz da voces, son que quitan las tapaderas del sentido. Encarna Anillo es una de esas nuevas voces, un sonido nuevo, un metal entre dulce y salado que siempre suena a compás, el de la tierra donde se inventó el ritmo que hizo del cante andaluz una música única en el mundo entero.
Su primer disco, Barca de plata, es una delicia, como una tapita de camarones y una cerveza fresquita saboreadas en un velador de algún bar de La Caleta. La frescura es una de sus muchas cualidades, y lo cierto es que no le hubiera hecho falta tanto apoyo logístico, como el de Miguel Poveda -productor ejecutivo de esta obra- para sorprendernos con un álbum precioso, porque su voz está preñada de melismas flamenquísimos y, aunque necesitaría estudiar un poquito más, se defiende bien en la malagueña de La Trini con verdial, en la soleá y en la milonga de Pepa de Oro pasada por el tamiz de Chacón.
Pero Encarna Anillo brilla como un lucero visto desde Cádiz cuando canta las alegrías de su tierra y las bulerías de La Perla, que no era precisamente de Pontevedra.
Conducida por guitarristas como Alfredo Lagos y Diego del Morao, entre otros y un buen puñado de músicos, la cantaora gaditana nos demuestra que para hacer bien los palos festeros no hay que tener la voz de Alfredo Kraus: sólo hay que tener mucho compás y algo majaíto en el almirez del arte.