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Encomendándose a Roca

Los trabajadores, que protagonizan un encierro por turnos en la Catedral, se reúnen este jueves con la dirección de la fábrica de sanitarios para intentar evitar el cierre de la planta de Alcalá.

el 02 ene 2013 / 19:43 h.

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Miguel Báez, Francisco León y Jorge León, delante del resto de compañeros que permanecían ayer encerrados en la Catedral.

El frío cala en cuanto se pasan diez minutos con los trabajadores de Roca encerrados en la Catedral de Sevilla desde el 31 de diciembre para protestar contra el cierre de la fábrica de Alcalá de Guadaíra que están tratando de evitar, y que dejaría sin empleo a 228 trabajadores directos y a varias decenas más de las subcontratas que trabajan para la firma de sanitarios. Por eso en las mochilas de los obreros, que se turnan para quedarse en el principal templo metropolitano, no faltan cartones para cubrir el suelo cuando llega la noche, y tampoco sacos de dormir y mantas.

El segundo inconveniente, la incertidumbre durante el lento paso del tiempo, se combate hablando sin parar de lo mismo: de por qué la fábrica en la que la mayoría entraron siendo chiquillos los deja ahora "tirados en la calle" al borde de los 50 años para abaratar costes llevándose la producción a otros países. La centenaria empresa prevé cerrar el día 16 la planta alcalareña, abierta hace 44 años. El 18 de diciembre anunció un expediente de regulación de empleo (ERE) extintivo para toda la plantilla.

Pero a los trabajadores no les salen las cuentas: "¿Cómo se pueden tener 20 millones de beneficios en 2011, acabar de abrir una planta en Brasil y querer cerrar la de Alcalá?", se pregunta Francisco León, miembro del comité de empresa que ayer estaba encerrado y hoy viajará a Madrid a negociar con Roca, a la que acusa de "mala fe" por haber planteado el ERE en plenas Navidades. Quieren, sobre todo, que se paralicen los plazos y la empresa se siente a negociar sin presiones un futuro para la planta.

Sentados en sillas para evitar el frío del suelo "y mantener las formas" dentro del templo, comiendo bocadillos, los trabajadores atienden a quienes les preguntan. Son muchos los que se acercan, dicen, porque su estampa en la iglesia es llamativa, aunque los sevillanos hayan acabado por acostumbrarse a que los conflictos laborales se cuelen entre las paredes de la Catedral.

"Me han preguntado italianos, franceses, ingleses... ahora es cuando me gustaría saber idiomas", dice Jorge León. Entró en la fábrica en 1988, con lo que "este verano haría los 25 años... si me dejan hacerlos", explica este esmaltador que ingresó en Roca con 21 años. Ese año la oferta de empleo fue amplia y todavía hoy "70 u 80 de aquellos compañeros" siguen en una fábrica que vivió su auge a finales de los 80, cuando llegó a tener más de 800 empleados. Casado y con dos hijos de 12 y 17 años, teme que un despido lo deje "fuera de juego" y critica las formas: "Que una empresa española traslade la producción a países en los que es más barata porque no hay derechos laborales, y en algunos casos ni siquiera derechos humanos, amparándose en la crisis...".

Recuerda que la plantilla de Roca ya ha hecho sacrificios en las anteriores regulaciones de empleo "para contribuir a que la fábrica saliera adelante" y pide un esfuerzo para mantenerla. "No me esperaba algo así", lamenta. "Esperaba bajadas de sueldo, otras cosas... no esto".

"Yo sí me olía algo", dice Miguel Báez Enamorado, que en 1986, a los 18 años, entró en la misma empresa en la que había trabajado su padre hasta que falleció. En Roca trabajaba también su tío, y trabajan dos de sus primos, una tónica que ha sido habitual en esta plantilla. Él mismo se lo aconsejó a otras personas. "Era un trabajo seguro, no ganabas lo que en la construcción, pero cobrabas todos los meses".

Ahora, pendiente de incorporarse al trabajo el 8 de enero -la plantilla llevaba nueve meses parada por un ERE temporal-, cuando su mujer empezó a planear la futura comunión del mayor de sus dos hijos, Miguel le pidió que esperara. "Había habido muchos ERE y me temía algo". Su futuro, como trabajador de más de 40 años muy especializado en un sector en el que Roca es la referencia, se antoja oscuro. Por eso seguirá encerrado mientras haga falta: "Ahora lo tenemos todo perdido, estamos en la calle. A ver si así conseguimos algo", afirma, rotundo.

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