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Entonces ¿sólo es cuestión de buen tiempo?

Las instituciones de la ciudad, públicas y privadas, tienen que implicarse en la Feria del Libro, mucho más que un escaparate de novedades editoriales

el 12 may 2013 / 23:15 h.

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La Feria del Libro de Sevilla 2013 ha sido un éxito. A falta de balances definitivos, la cita que se había marcado como objetivo mantener las ventas del pasado año las ha incrementado alrededor de un 15%, una cifra que, considerando la desastrosa situación del mercado y la difícil coyuntura general sólo cabe calificar de espectacular. Por ello, no se puede sino felicitar de entrada al director del evento, Javier López, y a la Asociación Feria del Libro encabezada por Juana Muñoz, a quienes corresponde recoger los frutos del esfuerzo realizado. Hay quien celebra el acierto de las fechas, quien pone el énfasis en la apuesta por las firmas, pero la mayoría de los análisis coinciden en señalar un factor como determinante: las buenas temperaturas. La programación de este año no ha sido esencialmente mejor que la de los anteriores, y hasta ha podido adolecer de endeblez en algunos tramos, pero el buen tiempo ha animado al público a acercarse a la Plaza Nueva, cuando otras veces el aire a punto de combustión ha disuadido a muchos visitantes. ¿Era sólo una cuestión de simple benevolencia meteorológica? ¿Puede aplicarse ese criterio a todas las manifestaciones culturales sevillanas? La respuesta es, obviamente, no. Hace tres ediciones señalamos desde estas páginas algunos retos que la Feria debía afrontar si quería consolidarse del mejor modo posible, que es creciendo. Muchos siguen ahí. Abandonada, al menos aparentemente, la ambición de internacionalizarse (como parecen indicar las notables ausencias de la Fundación Tres Culturas y del Instituto Cultural Rumano), aplazada una vez más la ampliación del espectro de la Feria para que no sea monopolizada por libreros y tengan cabida en ella nuevas editoriales, la FLS se ha visto en esta edición afectada por un veterano hándicap: su excesiva dependencia de la Consejería de Cultura y Deportes y de la Fundación José Manuel Lara, léase Planeta, para sostener el peso de la programación. Prueben a quitar las aportaciones de estas instituciones de la agenda, y verán asomar el fantasma del localismo por todas las esquinas de la Plaza Nueva. Dicho de otro modo: o las grandes fuerzas públicas y privadas empiezan a implicarse en serio en esta cita, o la estaremos exponiendo a un desastre seguro. Loable es, en este sentido, el tesón del Centro de Estudios Andaluces, cuya presencia en la Feria es constante y de gran interés. Pero, ¿qué sucede con el resto de las consejerías de la Junta de Andalucía, especialmente la de Educación? ¿No debería liderar la presencia autonómica en la FLS? ¿Y la Universidad, no debería implicarse, mucho más allá de las aportaciones del Cicus? Las grandes empresas sevillanas, ¿no ven en la Feria una buena ocasión para revertir sus beneficios en la sociedad hispalense? En reiteradas ocasiones hemos subrayado que el dinero no lo es todo, y que a la hora de la verdad valen más las buenas ideas y el corazón que se pone en los empeños. Pero el empuje de toda la sociedad afianzaría la Feria de Sevilla como la tercera de España, y garantizaría su supervivencia y desarrollo a largo plazo. Ése es sin duda uno de los cometidos que aguardan a la dirección de la Feria en los próximos doce meses, pero también es un horizonte que atañe a todos los sevillanos, chicos y grandes, profesionales del libro o simples lectores. Porque la FLS no es sólo un escaparate de novedades editoriales más o menos vistoso, sino una auténtica vara de medir las energías de la ciudad en materia cultural y comercial. En ellas hay que confiar, porque no siempre podremos contar con el buen tiempo de nuestra parte...

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