Cultura

Entornos inapropiados y cuerdas rotas

Dos horas y media para escuchar ochenta minutos de música, encerrados en un lugar emblemático pero asfixiante y muy limitado de aforo, dan idea de la inapropiada organización de esta edición del Festival Turina.

el 14 sep 2013 / 10:53 h.

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4º FÏMC TURINA *** IV Festival Internacional de Música de Cámara Joaquín Turina. Septiembre 2013, jueves 12 Concierto inaugural, Casa de Salinas: Piano Trío nº 2 de Turina; Sexteto para piano y quinteto de viento de Poulenc; Trío nº 3 de Dvorák (Priya Mitchell, violín. Torleif Thedéen, cello. Sofya Melikyan y Benedicte Palko, piano. Quinteto ETHOS). Viernes 13, Fundación Cajasol: Suite Italienne de Stravinsky; Sonata española de Turina; Suite de Romeo y Julieta de Prokofiev y Borisovsky; Trío de Babajanian (Graf Mourja y Priya Mitchell, violín. Péter Nagy, piano. Silvia Simionescu, viola. Sofya Melikyan, piano. Mikayel Hekhnazaryan, cello) Dos horas y media para escuchar ochenta minutos de música, encerrados en un lugar emblemático pero asfixiante y muy limitado de aforo, dan idea de la inapropiada organización de esta edición del Festival Turina. Tuvimos que seguir el concierto inaugural sin apenas visibilidad, las campanadas de Santa Cruz y una improvisada y mal acondicionada iluminación. Afortunadamente nada de eso afectó a la acústica ni a la excelencia interpretativa. El Trío con piano nº 2 de Turina, ya abordado por el joven Trío Albéniz dos días antes, se benefició de una interpretación entusiasta, magníficamente ensamblada, de perfiles vibrantes y enérgicos. El Sexteto para piano y viento de Poulenc disfrutó en manos de la pianista armenia Sofya Melikyan y el Quinteto sevillano ETHOS de todo su encanto neoclásico, alegría y expansión expresiva, a pesar de las inevitables distorsiones de la trompa. Benedicte Palko junto a una acaloradísima y sufrida Priya Mitchell y el cello sedoso y autoritario de Torleif Thedéen ofrecieron un Trío nº 3 de Dvorák antológico, generoso en tensión dramática, trágico en el allegro, evocador en el scherzo, sentimental en el adagio y danzarín y apasionado en el finale. El ecuador del festival nos brindó la oportunidad de descubrir piezas infrecuentes y sufrir un par de incidentes. Una cuerda rota en el piano provocó un pequeño retraso en el inicio del concierto; mientras otra de violín interrumpió la Suite Italiana de Stravinsky y la Sonata de Turina. Mourja imprimió en la virtuosística suite preparada por Pavel Kochanski en 1925 sobre temas de Pulcinella el toque grotesco y la jovialidad neoclásica que contiene, mientras Nagy acompañó con sumisa disciplina. La Sonata Española de Turina nos invita a conocer un autor inquieto capaz de sorprendernos con un adagio sinuoso y sensual que incluso coquetea con el atonalismo, y que Mourja y Nagy desgranaron con tanta habilidad técnica como capacidad expresiva. El sonido imponente de la viola de Simionescu acarició las populares notas del Romeo y Julieta de Prokofiev en una anecdótica reducción de estilo rapsódico. Melikyan, Hakhnazaryan y Mitchell nos dieron a conocer el Trío del armenio Arno Babajanian, una obra trágica y visceral, apasionada y agresiva, con la que los tres solistas aprovecharon todas sus oportunidades de lucimiento técnico y expresividad emocional.

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