Hospital Militar. / J. M. Paisano
Pasear por las inmediaciones del antiguo hospital militar Vigil de Quiñones cualquier fin de semana, cuando permanecen cerrados y sin actividad el centro de salud de los Bermejales y el edificio administrativo que cobija este complejo en su interior, resulta toda una experiencia, un viaje en el tiempo a un escenario casi apocalíptico, en un barrio por el que parece que el reloj no pasa desde hace diez años. El mal estado del asfalto de la calle Sargento Manuel Olmo Sánchez, como el de la mayoría de vías de aquella zona, da buena muestra de ello. Muchas de las antiguas residencias de los militares, casitas de estilo regionalista, llevan años abandonadas y han sido pasto del vandalismo, las pintadas y el deterioro, regalando una imagen inquietante. Aunque para turbadora, la entrada al antiguo recinto hospitalario, al más puro estilo Walking Dead. Ni un alma en el horizonte. Los carteles publicitarios de la Junta, que informan de las obras que allí se están supuestamente acometiendo, se alzan hechos trizas, medio arrancados, aunque todavía permanece legible el logotipo autonómico y parte de la palabra hospital. E imponiéndose a la vista, el colosal edificio de 12 plantas completamente abandonado, con las ventanas abiertas de par en par, en las que no se percibe el más mínimo movimiento.
Aunque el perímetro de este mamotreto de hormigón permanece vallado, es fácil alcanzar la antigua entrada principal, cuyas puertas aguardan abiertas, albergando una profunda y escalofriante oscuridad. «En el hospital no se puede entrar. Está cerrado por las obras», informa un guarda jurado que trabaja para elSAS y que reconoce que lleva meses sin ver obreros por allí. La Junta mantiene vigilancia en el complejo todo el día para evitar posibles robos. La constructora también cuenta con otro vigilante, que permanece en la zona de caracolas de obra situada a los pies de la enorme pluma-grua que lleva meses parada, tan inerte y espectral como el resto de la construcción. «Esto lleva parado desde hace más de un año. Aquí ahora se almacenan los materiales hasta que se decida cuándo se reinician los trabajos», explica el guarda, que se encarga únicamente de controlar la maquinaria, el material y las herramientas que se apilan allí.
En el Vigil de Quiñones llegaron a trabajar 781 civiles y 110 militares antes de su traspaso a la Junta. Hoy, sólo estos dos hombres pasean por las inmediaciones de este recinto, que cuenta con una serie de elementos que imprimen cierto aire siniestro al conjunto. La ruinosa entrada de Urgencias, intacta desde que se cerró el hospital, o los olvidados carteles indicativos del recinto sanitario han contribuido a abonar las teorías fantasmagóricas que rodean a este edificio, del que se puede leer en diversos foros de internet historias y leyendas sobre supuestas apariciones nocturnas y misteriosas luces que se encienden en las habitaciones y se ven desde el exterior a través de las ventanas.
De hecho, en varias de estas páginas, recuerdan que durante el rodaje de la película Solas, de Benito Zambrano, que tomó varias escenas en este centro, se detectaron fenómenos extraños y sonidos espeluznantes, hasta el punto de que recorren los círculos del misterio una teoría sobre la aparición una monja con un hábito negro y un rosario entre sus manos que pasea por las desiertas galerías del Vigil de Quiñones.
Fenómenos paranormales al margen, los trabajos para la rehabilitación del edificio están completamente detenidos y sin perspectivas de retomarse en los próximos meses. La exconsejera de Salud MaríaJesús Montero, cada vez que era preguntada sobre el motivo de los retrasos, alegaba la magnitud de una obra que, según alegaba, en la práctica estaba significando «tirar por dentro el hospital y levantar uno nuevo». Más allá de estas justificaciones, el Vigil de Quiñones permanece convertido en una suerte de almacén, con más posibilidades como plató para el rodaje de una película de terror que como centro sanitario.