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Entre el infierno y el cielo

el 25 may 2011 / 10:47 h.

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Oorfeo y Euridice (Gluck)
Teatro de la Maestranza. 22 de mayo. Intérpretes: Orquesta Barroca de Sevilla y Coro de la A. A. del Teatro de la Maestranza. Carlos Mena, contratenor. Roberta Invernizzi, soprano. Maria Cristina Kiehr, soprano. Enrico Onofri, dirección musical.

El título con el que Gluck estableció las coordenadas sobre las que se sentarían las bases de toda una revolución en el género operístico supone un trabajo tan singular y significativo que al interpretarse en versión de concierto no se ve en exceso afectado. Sus numerosos pasajes orquestales, la simplicidad del drama y la economía de personajes la hacen especialmente adecuada para su solución a modo de cantata. Contar con intérpretes de primer nivel y sin apenas tener que salir de casa representa un motivo de enorme orgullo y satisfacción.

Convenientemente aumentada, la orquesta se presentó con numerosos integrantes nuevos, prestos a participar de la gloria de la que frecuentemente disfruta esta formación. Eso afectó a un primer acto en el que se sucedieron ciertos desajustes sonoros y destemplanza en algunos instrumentos, hasta que en el tercer acto reapareció esa Barroca enérgica y decidida que tan bien conocemos. Claro que en esto tuvo mucho que ver la batuta meliflua de Enrico Onofri, confundiendo la sencillez y sutileza de la partitura con una excesiva suavidad y hasta blandenguería. En ese tercer acto pudimos disfrutar con un extraordinario trío de cuerdas de la mano de Andoni Mercero, Leo Rossi y José Manuel Navarro, aunque Onofri llegó a firmar un inexplicablemente rápido Che farò senza Euridice, haciendo más incoherente un aria que, dentro de su incontestable belleza, parece aislada del drama que está experimentando Orfeo.

Carlos Mena es un fiel incondicional de la OBS, pero si se pretende ser muy riguroso, un sopranista como Flavio Oliver hubiera estado más cerca del concepto original de Gluck, por mucho que a lo largo de las distintas revisiones sufridas por la obra se haya adaptado a tesituras de contratenor, tenor, mezzosoprano o incluso barítono. Por cierto, el lujoso libreto ofrecido con la entrada pertenecía a una versión distinta a la ofrecida, con pasajes que habitualmente no suelen interpretarse. Mena estuvo por supuesto a la altura acostumbrada, con contadas pero elegantes ornamentaciones, mucha expresividad en el fraseo y buen dominio del legato.

Menos nos convenció María Cristina Kiehr, cuyo hermoso timbre acusó inseguridad y ocasionales caídas de estilo. Por su parte, Invernizzi logró una interpretación llena de fuerza y convicción, sacando todas las posibilidades expresivas de una personalísima voz rica en el registro grave. Pero quienes realmente dieron en la diana fueron los integrantes del coro, con un trabajo fascinante y sobrenatural, disciplinado y lleno de matices.

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