Momento para la reflexión: ¿Mataría usted por una birria de peluche? Lo de la desorganización de las cabalgatas (porque pasó en varias, no sólo en la del Ateneo) no tiene tanta importancia; peor es lo de tirar muñequitos, con niños arrastrados, sacudidos, aplastados y pisoteados por una grumosa masa de imbéciles decididos a trincar un peluche al vuelo a cualquier precio. Una manada de miuras en estampida habría mostrado más delicadeza para con los chiquillos que esta piara de energúmenos. Salvo que se den antes una pasadita los cabestros, Sevilla no está preparada para organizar actos masivos que requieran civismo, y menos en una noche consagrada a los niños. Un servidor habría socorrido a esas pobres criaturitas si no fuese porque tenía los pies pegados al suelo, que ésa es otra: ¡Dejen de tirar caramelos, por el amor de Dios! Arrojen cuentecitos, palotes, papelillos, improperios... capotes de torero.
