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Eppur si muove

Hemos cambiado mucho, mejorado en terrenos que hace pocos años, cuando aún la meta colectiva -no de todos- era acabar con el tirano, parecía imposible. Vivimos hasta nuestra propia historia, mitología para unos, epopeya para otros.

el 15 sep 2009 / 23:20 h.

Hemos cambiado mucho, mejorado en terrenos que hace pocos años, cuando aún la meta colectiva -no de todos- era acabar con el tirano, parecía imposible. Vivimos hasta nuestra propia historia, mitología para unos, epopeya para otros. A fuerza de contar tantos años las mismas cosas, nos hemos convencido incluso de nuestro papel fundamental en la historia de la descentralización política de España. Son ya muchos años de un extenuante marcaje al hombre para que, al menos, en lo que a herramientas se refiere, no se nos escape nadie. Y cierto es: en eso estamos como los que más. Pero, es verdad que conseguir el autogobierno no pone a cero el reloj de la historia. En esta nueva etapa constitucional, ya salida de la adolescencia, vivimos sin librarnos de la poderosa carga del pasado cuya única expresión no es la deuda, también la herencia histórica, es decir, los vicios y virtudes de todo nuestro ayer. El más peligroso de los primeros, por paralizante: la cultura de la dependencia, política, económica y de la propia dinámica civil.

Podemos afirmar, claro, que nada se ha movido, pero honestamente, aunque pida más, no sería justo. Y de ahí el problema: la militancia en la apuesta por que Andalucía camine a mejor compás, rumbo y destino, se confunde con la oposición de un conglomerado político, un frente -no precisamente de juventudes- de fracasados en ser la alternativa, apandillados con la oposición mediática, ideológica y social, que exige un cambio del status quo, porque ya le toca a ellos, sin respetar que así lo quieran los andaluces. Vuelvo a la dependencia; a pesar de contar con una buena caja de herramientas, no se ha utilizado para escalar ni siquiera el primer peldaño: Andalucía por sí, saltado muy a menudo por España y la Humanidad. Por sí, es la madurez, significa músculo político, económico, civil, o sea, decidir, ser centro de decisión de algo y no ser constantemente objetos de levas para completar aforos, como jugador número doce o como extras del gran plató en el que con frecuencia se convierte nuestro país.

Licenciado en Derecho y Antropología. aroca.javier@gmail.com

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