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Cultura

Ernesto Pérez Zúñiga baja a su infierno íntimo y regresa

Presenta ‘Siete caminos para Beatriz’, último poemario de la colección Vandalia.

el 25 feb 2014 / 22:18 h.

Nacido en Madrid en 1971, criado en Granada y estrechamente vinculado a Sevilla, Ernesto Pérez Zúñiga presentó ayer en la capital de España su último poemario, Siete caminos para Beatriz, que acaba de ver la luz en la colección Vandalia de la Fundación Lara. Un libro que pertenece, en palabras del autor, a «un proceso de autoconocimiento, de bajada a los infiernos de uno mismo y regresar. Entiendo la escritura no solo como expresión de lo que conozco, sino también como instrumento para conocer», explicó. El título del libro y su estructura juegan con un imaginario clásico, a modo de diálogo con Dante y de relectura de la Divina Comedia, fundiendo literatura y experiencia vital. «El gran impulso de la transformación que ha experimentado mi Imagen Ernesto-Perez-Zunigaobra en los últimos años es la figura de Beatriz: me refiero a la verdadera, no la de Dante, la que inspira el impulso amoroso que configura el libro». Esto permite que Siete caminos para Beatriz resulte una propuesta radicalmente distinta a la de su último poemario hasta la fecha, Cuadernos del hábito oscuro, que data de 2007. Por otro lado, en esta nueva etapa de Pérez Zúñiga destaca una filiación italiana que también está presente en su última novela, La fuga del maestro Tartini. «Es una forma estética de estar en el mundo», comenta el autor. «Un sentido musical, arquitectónico, incluso gastronómico, que me ha llevado en esta ocasión a Dante. En el mundo contemporáneo no puedes aspirar al ideal renacentista de perfección, pero sí a un modelo nuevo, en el que se integren los distintos planos de esa realidad», agrega. Vicente Molina Foix, presentador del libro, lo define como «un poemario extenso, unitario, que viaja mucho y hace viajar al lector, y que muestra una tensión permanente entre imágenes del infierno y del paraíso, entre la muerte y la vida, la poesía elegíaca y la tensión de vida», aseveró. Deudor, junto con Dante, de William Blake, Rilke, Poe, San Juan o Lorca, es decir, toda la larga tradición de visiones divinas e infernales, Pérez Zúñiga exhibe un probado buen oído para la música, que le permite abordar metros clásicos y versos libres con la habilidad de un compositor y la libertad de un jazzero, Pérez Zúñiga invita al lector a cruzar la laguna estigia y contemplar la vida desde la otra ribera –«una mirada crítica sobre nuestro mundo, neurótico y lleno de acontecimientos», dice– y después sumergirse en esa representación de la locura contemporánea que es Tokio, «un espacio que no tiene alma, a diferencia de Italia, y por eso es el único en que no aparece Beatriz». «La poesía es música, palabra en la música», abunda el escritor, a la sazón autor de novelas como Santo Diablo, El segundo círculo o El juego del mono, así como los libros de relatos Las botas de siete leguas y otras maneras de morir. «Y nunca escribo poemas salvo cuando me revientan. El trabajo duro lo dejo para las novelas», añade con desenfado. Cuando se le pregunta si cree que, como dicta el tópico, felicidad y creación poética son términos casi opuestos, opina que «esa idea se basa en algo real, y es que la escritura es un desahogo de emociones, y suele servir para canalizar la desesperación o la angustia. Pero quiero creer que también sirven para expresar la plenitud y la felicidad: miren por ejemplo a Walt Whitman, el gran poeta feliz», afirma. Por último, como buen conocedor de Sevilla, se le invita a pensar qué ciudad italiana relacionaría mejor con la capital hispalense. «Casi todo el mundo la identifica con Nápoles, pero a mí me parece más a Palermo: los jardines, los palacios, son como los de Sevilla. Y la luz, tan potente. También me lo parece por la sorpresa: en ambas ciudades te pierdes por todos lados, te encuentras cosas detrás de cada esquina. Nápoles es muy barroca, sí, pero Palermo y Sevilla son barrocas y además góticas, y árabes… Eso las hermana»

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