Cultura

"Es como una cerveza fresquita en el verano"

El cantaor sevillano recibió este sábado el Compás de Cante en Málaga.

el 03 jul 2011 / 19:46 h.

José de la Tomasa con el premio.

Esta genial frase fue lo mejor del acto de entrega de la XXV Distinción Compás del Cante a José el de la Tomasa el pasado sábado en el bello marco del Castillo de Gibralfaro de Málaga. Es una frase con una gran carga de profundidad y refleja muy bien lo que ocurre con el cantaor sevillano, quien se lamenta de no estar lo considerado que debiera estar en el mundo del flamenco.

Su nombre había sonado en ediciones anteriores, pero siempre se quedaba en puertas. Este año no fue así porque el jurado consideró que había que premiar no sólo su cante, serio y hondo, sino su actitud ante lo jondo, una actitud responsable, seria, comprometida siempre con el legado de su familia y el de los maestros a los que eligió para moldear su estilo: Mairena, Chocolate, Tomás, el Sevillano, el Carbonero, Antonio el de la Carzá y otros muchos.

Horas antes del acto de entrega ya estaba el maestro, en compañía de su esposa, aliviando los nervios mediante un ligero almuerzo en el Parador de Gibralfaro, desde donde la Plaza de Toros de la Malagueta parecía una galleta gigante. ¿Nervioso, un cantaor con cuarenta años de oficio? Así es. “La responsabilidad, Manuel”, nos decía el artista, que andaba más preocupado por el peso de la estatuilla de Gavira, que por el acto en sí. Cuando la tuvo en sus manos, sentenció: “Es como para dársela a El Tiriri”, un veterano cantaor malagueño que anda algo endeble.

Además de buen cantaor, el hijo de la Tomasa y Pies de Plomo es una persona con una gracia sevillana muy fina. Le preguntaron una vez en Radio Sevilla que si era un cantaor frío, a lo que contestó sin titubeos y con una agilidad mental extraordinaria: “Sí; yo es que soy de Pescanova”. Sin embargo, el Compás del Cante no se lo han dado por su indudable agudeza, sino porque jamás ha cedido a la comercialidad del cante, que podría haberlo hecho porque fue cocinero antes que fraile. O sea, que cantó lo moderno antes que lo más clásico del cante jondo.

Julio Cuesta, el director de la Fundación Cruzcampo, se encargó de conducir el acto de entrega de la distinción. Se refirió a la importancia del galardón y destacó la mención especial a la Peña Flamenca Juan Breva, que recogió su presidente, el crítico malagueño Gonzalo Rojo Guerrero . Emilio Jiménez Díaz, secretario del jurado y coordinador del Compás del Cante, leyó el acta del jurado, y Alfonso Queipo de Llano glosó la figura del maestro galardonado, destacando su pureza y su calidad como ser humano.
La gala de entrega no resultó tan lucida como la del pasado año en Granada, con Pansequito como protagonista.

El lugar elegido era un marco incomparable, pero los invitados tuvimos que bajar a la Plaza de Armas del Castillo, después de la copa de bienvenida, que fue en el Mirador. Tras la copiosa cena y las copas de rigor, los más mayores casi tuvieron que llamar a Indiana Jones para regresar a la entrada del castillo.

Tampoco estuvo a la altura la parte artística, con la actuación de un joven bailaor, Sergio Aranda, que no fue lo más indicado para homenajear a un cantaor de la talla de José el de la Tomasa. En su descargo, hay que decir que el chaval tuvo que luchar contra una tarima nada apropiada.

Aunque no estaba previsto, José el de la Tomasa tomó la decisión de cantar por soleá y lo hizo con el guitarrista del cuadro, de una forma totalmente improvisada y en presencia del maestro Fosforito, el único artista que vimos entre los invitados. Quizás por los nervios, el cantaor sevillano eligió una letra poco adecuada si tenemos en cuenta que estaba allí la Llave del Cante:

Están buscando la llave,
cuando las puertas del cante
ni se cierran ni se abren.


Fue la anécdota de la noche, una noche que no pasará a la historia del Compás del Cante como un modelo de organización y valor artístico. Echamos en falta a los artistas de la tierra y a compañeros y compañeras de la crítica malagueña.

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