Cultura

¿Es el arte flamenco un mundo de machistas redomados?

El crítico de El Correo abre el debate sobre el sexismo en el mundo de lo jondo

el 21 jul 2011 / 19:47 h.

Jorge Javier Vázquez.
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Con motivo del nombramiento de Rosalía Gómez como directora artística de la Bienal de Flamenco, María de los Ángeles Carrasco , la actual directora del Instituto Andaluz del Flamenco, enseguida soltó eso tan manido de que "el flamenco es un mundo tradicionalmente de hombres". Nunca ha sido un mundo de hombres. Desde mucho antes de que nuestro arte comenzara a subirse a los escenarios, en la primera mitad del siglo XIX, la mujer solía participar en el rito íntimo de las fiestas familiares, en la misma medida que el hombre. Incluso en las fiestas gitanas de Triana, Cádiz, el Puerto de Santa María, Lebrija o Málaga.

No hace mucho tiempo localizamos el relato en prensa de un bautizo en la Triana de 1841 y el reportero narraba las habilidades en el baile y el cante de Juana Vargas y La Niestra, dos nuevos nombres para la historia de lo jondo.

Cuando el arte andaluz empezó a subirse a los escenarios, primero en el teatro y las academias, luego en los cafés cantantes y, por último, de nuevo en teatro, ahí estaban las mujeres para cantar, bailar y tocar la guitarra, en competencia con los hombres y sin ningún problema.

Otra cosa es que la sociedad no aceptara que una mujer cantara en un café cantante, como tampoco aceptaba que actuaran los hombres. A Silverio y a El Burrero no los machacaron los periódicos andaluces porque contrataran en sus cafés cantantes a La Peñaranda, África Vázquez La Peceña o la Rubia de Málaga, sino porque eran locales donde se armaban grescas monumentales -rara era la noche que no salía alguien con las tripas en las manos- y los padres de familia se dejaban el sueldo para romperse la camisa con las seguiriyas de La Serrana y los excitantes movimientos de cadera de Concha La Carbonera o el travesti malagueño José León La Escribana, que era su comadre.

La mujer no pudo ocupar cargos de responsabilidad en las instituciones flamencas de la época por la sencilla razón de que no existían. Cuando se han creado las instituciones, ahí están las mujeres dirigiendo y organizando en cargos de responsabilidad. Y nadie se ha manifestado aún para protestar por el hecho de que una mujer dirija el Centro Andaluz de Flamenco o el Instituto Andaluz del Flamenco. Ni nadie se ha rasgado las vestiduras porque, ahora, una mujer vaya a dirigir la Bienal o otras dos mujeres dirijan ya los festivales de Jerez y Mont de Marsan.

La mujer se ha incorporado a los puestos de responsabilidad del flamenco en cuanto ha querido. Dirigen peñas flamencas, festivales, instituciones, revistas, conservatorios, cátedras universitarias, editoriales especializadas, programas de radio, secciones de periódicos y sellos discográficos.

El problema no está en que una mujer dirija el Centro Andaluz de Flamenco, sino en que sepa de flamenco para que pueda hacer una buena labor. Si se te ocurre cuestionar esa labor corres el riesgo de ser acusado de machista. Hay miedo a opinar cada vez que se nombra a una mujer como directora de alguna institución del flamenco porque los flamencos nunca han mordido la mano de quien les da de comer. Por eso son de derechas cuando hay que ser de derechas, de izquierdas cuando se hace menester o feminista cuando haga falta ser feminista. Ahora es la mujer quien manda en el flamenco, con cargos de responsabilidad en todas las instituciones. El hombre ya no manda en el flamenco. Bibiana Aído puede echarse a dormir tranquila.

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