“Sabía que era su hija pero quería que se reconociera”

La juez reconoce que Sofía Reguera es hija de un terrateniente y tiene derecho a su herencia.

el 22 may 2013 / 10:42 h.

Sofía Reguera, detrás de su hija Sofía, que muestra el DNIde su madre con los apellidos maternos. Sofía Reguera, detrás de su hija Sofía, que muestra el DNIde su madre con los apellidos maternos. Sofía Reguera no paró ayer de hablar con periodistas y recibir besos y felicitaciones de los vecinos de El Coronil que se acercaron a su tienda de ropa. A sus 63 años, una jueza ha reconocido legalmente que es hija de quien ella siempre supo que era su padre pero oficialmente no consta como tal ni lleva sus apellidos. Sofía nació el 12 de mayo de 1950, fruto de una relación que su madre, Rosario, inició en 1947 con el hijo de los señoritos en cuyo cortijo trabajaba. La familia de él los apartó cuando Rosario se quedó embarazada de Sofía pero continuaron teniendo relación en la clandestinidad, aunque a él lo casaron con una joven de su clase con la que tuvo un hijo, hermano de Sofía, que ahora tendrá que repartir con ella una herencia valorada en 15 millones de euros. Sofía reconoció estar “muy contenta” porque “yo sabía que era su hija pero quería que se me reconociera. Cuando en el ADN [se practicó una prueba a ambos hermanos] dio un 99,9% de probabilidades ya me alegré pero había que esperar a la sentencia”. En el juicio, celebrado el 3 de mayo en el juzgado de instrucción 5 de Sevilla, efectivamente esta prueba fue determinante y así lo reconoce el abogado de Sofía, Fernando Osuna, y la propia jueza en su fallo, que además critica la “mala fe” del hermano de Sofía que incineró los cuerpos de su padre y sus abuelos justo cuando Sofía empezó las indagaciones para demostrar su filiación en 2008, lo que impidió practicar a éstos las pruebas de ADN. El padre de ambos llevaba entonces 38 años muerto y el demandando dijo en el juicio que procedió a su incineración por problemas burocráticos con los nichos donde yacían éste y sus abuelos. La madre de Sofía en vida nunca quiso pleitear porque “no querían que pensara que iba por el dinero” pero a su muerte en 2004 “mis hijos me dijeron que por qué no iba a recibir aquello que me pertenecía porque tenía derecho y es verdad”, dice Sofía, aunque asegura que para ella lo más importante es dar oficialidad a lo que “todo el mundo sabía” e incluso se plantea cambiarse los apellidos (ahora lleva solo los de la madre). Pese a no contar con la prueba de ADN del padre y a “la dificultad” de aportar testimonios que avalaran su historia “por el tiempo transcurrido, la sentencia señala que “esta dificultad ha sido salvada” aportando “un gran número de pruebas de las que se extraen vestigios inequívocos de la relación amorosa o sentimental que mantuvieron” la madre de Sofía y su padre. El fallo alude entre otras pruebas a fotos de los años 40 en las que aparecen ambos, siempre en grupo, que pone “en evidencia la existencia de una relación, cuando menos cercana o amigable entre ambos, siendo poco común en la fecha en la que fue tomada, debido a las convicciones sociales, que el que era terrateniente o miembro de una familia acaudalada se dejara ver y menos fotografiar con las personas que trabajaban en el servicio doméstico si no existía una estrecha relación entre ambos”. También alude a que Rosario pusiera a su hija Sofía “coincidiendo con el nombre de la madre” del terrateniente, “teniendo en cuenta que el nombre de Sofía es poco común en Sevilla y menos aún en el momento en el que tuvo lugar el nacimiento”. Además el fallo contrapone los testimonios y pruebas aportados por Sofía frente a las “contradicciones e imprecisiones” de los testigos del demandado. Ahora será necesario un nuevo juicio para determinar qué parte de la herencia, valorada en 15 millones de euros, debe repartir su hermano con Sofía. En el juicio se vieron la cara pero no cruzaron palabra. “Me sentí un poco defraudada”, lamenta Sofía, satisfecha eso sí de que la ley le dé la razón.

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