"Es una tragedia, Limam era un punto de encuentro donde a los adictos nos ayudaban, hacíamos talleres, pasábamos el día con gente nueva... ahora no hay sitio donde estar ni nada que hacer, así que dejaremos de venir, y si un adicto vuelve a su sitio, con sus amigos, sus costumbres... vuelve a consumir. Se perderá el trabajo de años y así un adicto acaba en la cárcel o muerto". Con esa contundencia augura Ismael Guillén, de 51 años, las consecuencias que tendrá el cierre de la sede de Limam, la asociación que lo ha acompañado en sus intentos de dejar la droga durante dos décadas, hasta que dejó de consumir hace cinco años. "Pero ojo, que no soy un exalcohólico ni un exadicto, sino un adicto en recuperación", remacha.
Sus adicciones lo llevaron fuera de España para recuperarse, y cuando ya no consumía y se planteó regresar tuvo claro que necesitaba ayuda: "Todas las herramientas que tuviera a mi alcance, porque la adicción es tan fuerte que sólo con tu voluntad no puedes". Y acudió a Limam, donde "el apoyo, la ayuda psicológica, el encontrar gente que confió en mí y me ayudó me subió mucho la autoestima y me ayudó", insiste. "Yo iba cuatro o cinco veces por semana, a talleres de céramica o de hilo, a hacer yoga, al videoforum, a los talleres emocionales... sabía que estaba bien, me sentía valorado y no me ponía en riesgo. Porque si te quedas todo el día en tu casa terminas recayendo de puro aburrimiento". Es lo que cree que les ha pasado o puede pasarles a amigos suyos "que al no haber actividades han dejado de ir".
Guillén, que en los últimos años colaboraba ayudando a quienes llegaban nuevos a la asociación, o trabajando en el banco de alimentos de Limam, considera que el recorte de subvenciones "es una tragedia, y no lo digo ya por mí, sino por los que vengan". Y cuestiona que al final salga a cuenta: "Si un toxicómano sale son menos gastos médicos y judiciales. Al final recortar sale más caro"
