España salió del franquismo partida en roja y azul, marxista y falangista, moderna y del Cid Campeador. Suárez dejó el azul a la AP de Fraga mientras en el otro bando PSOE y PCE se disputaban el rojo. En esta etapa los socialistas, a pesar de haberse hecho con casi todo el campo, no ganaban y ahí llegó la visión del estadista: Felipe González exigió en un congreso que el partido dejara de ser marxista. Perdió aquella votación y, consecuentemente, se fue aunque venciendo, porque a los pocos meses lo llamaron de nuevo. A partir de ahí la izquierda pudo ser marxista y no marxista pero, de hecho, el marxismo se lo quedó el PCE, que aún anda viendo cómo lo digiere. El PSOE ganó.
El falangismo lo recogió el PP por conveniencia, y le convino; la gente, harta de errores, se quedó en casa para dar al PSOE una "dulce derrota". Almunia, volviendo al rojo con el PCE, perdió por goleada y entonces Aznar -craso error- enarboló de nuevo la bandera del Cid para morder el polvo. Ahí perdió él, no Rajoy y ahora éste debe decidir si quiere seguir conformando el viejo bando o acabar con él. Si no lo deshace, seguirá perdiendo a pesar de guiños tácticos, pero si se atreve la Historia lo recordará por haber echado -por fin- siete llaves al sepulcro del Cid. Porque Felipe acabó con la España roja pero la falangista, triste y azul, por desgracia sigue viva. Incluso en algunos del PSOE.
Escritor e historiador. antonio_zoido@hotmail.com
