Posiblemente, la victoria del derbi del pasado sábado haya sido el principio de una nueva etapa en el Real Betis, más luminosa y clara. Renacido de sus cenizas, el equipo verdiblanco supo jugar su partido y lo hizo con humildad e inteligencia, sin bajar la guardia. Compacto el grupo, de modo y manera que sus carencias apenas se notaron en el desarrollo del encuentro y sus virtudes lo engrandecieron, la escuadra verdiblanca se llevó al zurrón tres merecidos puntos, que buena falta hacían teniendo en cuenta la delicada situación clasificatoria y el tiempo que se llevaba sin ganar en Nervión.
De esperanzadora también hay que calificar la vuelta de Ricardo Oliveira a Heliópolis. Ese nuevo aire de comedida ambición sin duda va a darnos más alegrías en un futuro cercano, mientras el equipo mantenga la línea articulada por Francisco Chaparro desde la dirección técnica.
Quiero cerrar con una reflexión. Mi abuelo fue porquero, mi padre practicante y yo, en el momento presente, soy abogado. A mí no me importa que cualquier familiar o amigo sea aparcacoches. ¿A quién le importa eso? ¿De qué clase o estirpe se consideran los que así se dirigen a los demás?
