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Esta crisis cada vez se parece más a un 'crack'

Si el Sevilla no está preparado para asumir tres derrotas, según su presidente, y ya lleva cuatro, sus cimientos deben estar tambaléandose tras lo visto en Lieja. Porque además con partidos como el de anoche los puntos seguirán volando. Y lo peor es que las soluciones no se ven, porque el problema es profundo.

el 15 sep 2009 / 18:00 h.

Si el Sevilla no está preparado para asumir tres derrotas, según su presidente, y ya lleva cuatro, sus cimientos deben estar tambaléandose tras lo visto en Lieja. Porque además con partidos como el de anoche los puntos seguirán volando. Y lo peor es que las soluciones no se ven, porque el problema es profundo.

Uno de los mayores problemas, y gordo, lo tiene el Sevilla en su centro del campo, ese que Jiménez no cambia por ningún otro de España. Es repetitivo, pero Maresca y Romaric juegan a un ritmo que, a día de hoy, no es competitivo. Quizás lo fuera hace 30 años, en Sudamérica y con campos de césped con varios centímetros de alto. Pero a día de hoy, no. En el fútbol de hoy, y lo debe saber el Sevilla porque así se ha glorificado, lo que impera es la velocidad, de ritmo y de ejecución. Del primer tipo el único capaz de ponerla en el equipo hoy en día -¡Capel vuelve!- es Navas. Del segundo tipo la tiene -¿tenía?- Renato, pero no la muestra. Si además Luis Fabiano está desasistido y los refuerzos millonarios son de todo menos refuerzos tenemos a un equipo vulgar, mediocre, que no está a la altura de su club y que, ese sí, es capaz de perder cuatro partidos seguidos, y más.

Con tan pobres recursos, las palabras de Jiménez en la previa -"vamos a salir a ganar"- se quedaron en pura verborrea. El Sevilla se atrincheró desde el primer minuto. En parte por el empuje de los belgas, en parte por la velocidad de sus puntas, que hacían que la zaga sevillista desconfiara de su espalda, pero sobre todo por la falta de calidad y precisión en el centro del campo. Ni Maresca ni Romaric, ni siquiera Renato cuando 'ayudaba' lograban dar dos pases seguidos. Si a esto le sumamos una ejecución a la velocidad del caracol tenemos que cualquier equipo que se plante de forma medianamente ordenada ante el Sevilla le gana la partida. La elaboración nervionense no sorprende ni a la medular de un futbolín. Con este panorama bastaba un poco de presión por parte del Standard para robar la pelota, poseerla en ventaja y cerca de la meta rival.

Llegó el gol de Mbokani en el minuto 38, con una acción que originó una mala entrega de Maresca y la desubicación de Escudé, pero bien pudo llegar antes si no fuera por el árbitro, que anuló un gol legal (26') y dejó sin señalar un posible penalti (30'), y bien pudo aumentar si no llega a ser por Palop, que realizó sendas paradas ante Witsel (40') y De Camargo (45').

Tan mala, tan pobre, tan nefasta e impropia fue la primera parte, que la segunda solo tenía un camino, la mejoría, aparante al menos. Por fin empezó a tener la pelota el Sevilla, curiosamente cuando se fue 'la manija' Romaric y entró De Mul. Con Renato retrasado y con la posesión de la pelota, con la connivencia del Standard, el equipo de Jiménez merodeó sin profundidad el área del desapercibido Espinoza. Salvo un disparo de Luis Fabiano (65'), una chilena de Navas (78') y un trallazo lejano de Maresca (81'), los andaluces no inquietaron a los belgas, que además a la contra dieron más de un susto.

La justa derrota de ayer ante el Standard, la cuarta seguida, complica la UEFA, aumenta la crisis de resultados y de juego y vuelve a poner a Jiménez en una situación, de momento, incómoda.

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