Los malos tienen derecho a su particular salón de la fama. Al menos así piensan en EEUU, donde han reunido a las mentes criminales más célebres de la historia en torno a un museo en el que el visitante puede hallar desde las armas de Jesse James hasta el coche de Bonnie y Clyde.
El Museo Nacional del Crimen y del Castigo abrió sus puertas en Washington, y en él se relata la historia negra del país y los esfuerzos por combatirla. Al más puro estilo americano, el visitante se sumerge en el mundo del crimen nada mas pasar la puerta, con ruidos de sirenas, disparos y una voz en off que recomienda a todos a pensárselo dos veces antes de cometer un delito.
Tras la advertencia, el espectador desciende a las catacumbas de la historia para ver cómo en el siglo XVII los presos eran castigados con grilletes y ajusticiados en la guillotina o para conocer los juicios de Salem, en los que fueron condenadas a muerte 25 personas acusadas de brujería, en su mayoría mujeres, en 1692.
A estas brujas le siguen los disparos del lejano Oeste, con la historia de los forajidos más famosos como Jesse James y sus hermanos que formaron la banda de asaltantes James-Younger o los mismísimos hermanos Dalton. Placas de sheriff, municiones, un típico salón en el que solían empezar las peleas y hasta un árbol para ahorcar a los bandoleros completan esta sala que precede a los años de la corrupción, el estraperlo y la ley seca, época del nacimiento de los gángsters.
Entre los rostros más conocidos para la Policía y la prensa de la época están Frank Costello, Carlo Gambino, John Gotti, Lucky Luciano y el más popular de todos, Al Capone, que cuenta con una réplica de la celda de Alcatraz en la que estuvo preso.
El museo no sólo recrea las escenas, sino que reproduce los sonidos de forma que ambienta al visitante en este particular paseo por el tiempo, en el que, además de espectador es parte activa del mismo. Así, puede aprender cómo abrir una caja fuerte, tomar huellas digitales en la escena de un crimen o hacer un análisis forense en un laboratorio CSI.
Con policías. En el lado de los buenos, el museo cuenta la historia del fundador de la conocida Oficina Federal de Investigaciones (FBI), Edgar Hoover, y de otros policías insignes como el intocable Eliot Ness. Además, a modo de recuerdo, incide que la pena de muerte aún está vigente en varios estados y lo ilustra en sus vitrinas con una auténtica silla eléctrica del siglo XIX en la que murieron 125 personas.
Entre sus piezas más valiosas están el coche del famoso ladrón John Dillinger (1903-1934); los guantes de boxeo de Cinderella Man, donados por el deportista al FBI, y objetos personales de Pancho Villa y Jesse James.
El Museo Nacional del Crimen es una institución privada fundada por John Morgan, un hombre de negocios de Orlando que, "tras visitar la cárcel de Alcatraz, quedó impresionado y decidió que la gente debía saber qué sucede con los criminales después de cometer su delito", contó la responsable de comunicación del museo, Amy Carlson.