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Estados Unidos, Monarquía y Religión

Aunque la política estadounidense es Patrimonio de la Humanidad, presenciar las pasadas convenciones de los partidos demócrata y republicano ha sido altamente instructivo. Y ello no sólo por tratarse de un formidable ejercicio de retórica política. Lo más llamativo ha sido sentir la intensidad de la ya conocida preocupación de los estadounidenses...

el 15 sep 2009 / 12:07 h.

Aunque la política estadounidense es Patrimonio de la Humanidad, presenciar las pasadas convenciones de los partidos demócrata y republicano ha sido altamente instructivo. Y ello no sólo por tratarse de un formidable ejercicio de retórica política. Lo más llamativo ha sido sentir la intensidad de la ya conocida preocupación de los estadounidenses por la dimensión privada de quien ocupa la presidencia y vicepresidencia de su país.

A esta ciudadana europea le ha resultado sobrecogedor presenciar el énfasis de ambas convenciones en lo personal, el protagonismo de los familiares de los candidatos y de la candidata, las referencias a su vida privada, a su integridad, su fiabilidad, el deseo de consolidar su imagen de individuos, no ya moral y socialmente aptos, sino moral y socialmente modélicos.

En las elecciones presidenciales los estadounidenses parecen elegir no simplemente a su presidente y a su vicepresidente, sino a ciudadanos modelos que los inspiren y en quien verse reflejados, que condensen lo mejor de su país y sean por ello dignos de representarlos. Lo que los estadounidenses eligen en las elecciones presidenciales se parece mucho a la figura de un monarca.

Una se queda con la sensación de que, al cortar su cordón umbilical con la monarquía, los estadounidenses se quedaron huérfanos de modelos de referencia a una edad demasiado tierna, y de que ello los aboca a la búsqueda del monarca sustituto. Un monarca, por lo demás, que se parece mucho a los del Antiguo Régimen, a aquellos que, se entendía, reinaban por voluntad divina.

Con distintos matices, las referencias a Dios y a su voluntad han estado presentes en ambas convenciones. Puede que la presencia de Dios en política no sea la mayor contradicción en un país que se considera modelo de democracia. Pero puede también que en ella esté el origen de muchas otras.

Profesora de Derecho Constitucional y miembro del Consejo Editorial de El Correo.

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