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Estamos en deflación política

Las encuestas, incluso las del CIS -o especialmente las del CIS- sirven para lo que sirven. Es decir, para lo que cada uno quiere que sirvan. Los afectados, en este caso los partidos y los líderes políticos, aceptan los resultados en función de si quedan bien, mal o regular.

el 16 sep 2009 / 02:26 h.

Las encuestas, incluso las del CIS -o especialmente las del CIS- sirven para lo que sirven. Es decir, para lo que cada uno quiere que sirvan. Los afectados, en este caso los partidos y los líderes políticos, aceptan los resultados en función de si quedan bien, mal o regular. Cuando una encuesta es buena para ti, ni se te ocurre el cuestionar si el momento en que se ha hecho es el oportuno, si el trabajo de campo ha sido correcto, si las muestras sociológicas han sido las adecuadas o si en la cocina se han utilizado, o no, ingredientes contaminados.

Por supuesto, si te ha ido mal, todo esto se utiliza como argumento para desvirtuar el resultado. En resumen, las encuestas son buenas o malas, para los afectados, en función de que su pronóstico te guste o te disguste.

Como casi todo el mundo sabe, el resultado de una encuesta de estimación de voto, es solamente la fotografía de un instante y, por tanto, irrepetible, porque hecha un tiempo después, con la misma máquina y los mismos protagonistas, el escenario habrá cambiado. Así que esa fotografía -por eso también se la llama instantánea- habrá cambiado, mucho o poco, pero nunca será la misma.

Viene esto a cuento del último barómetro del CIS, dado a conocer el pasado jueves, y que refleja una intención de voto al PSOE 8 décimas superior a la del PP -40,8 a 40- lo que supone un empate técnico, aunque refleja un ligerísimo despegue de los socialistas, que en el mes de octubre del año pasado, según el mismo barómetro, estaban exactamente al mismo nivel de intención de voto que los populares, con 39'7 para cada uno. En lo que respecta a la valoración de líderes, no hay uno solo que alcance el aprobado, con la peculiaridad de que Rosa Díez, se coloca en segundo lugar, detrás de Zapatero.

Como decía al principio cada uno le dará a la encuesta, como ya se lo está dando, el valor y la credibilidad que más le convenga, sobre todo cuando se conocen otras encuestas con resultados diferentes. O sea, lo normal. Pero lo que sí debería preocuparles a todos es que, en unos momentos en que se vive la mayor crisis económica conocida por los españoles en los últimos 50 años, y percibida como auténtica angustia general, la opinión pública tenga divididas, casi por igual, sus preferencias -sus renuentes preferencias- entre gobierno y oposición. Esto quiere decir, ni más ni menos que carecemos de un liderazgo claro que concite la confianza y la esperanza de los españoles.

Me atrevería a decir, con perdón de los más insignes analistas, que estamos en deflación política porque, al igual que ocurre con la económica -es decir, que caen los precios pero nadie compra- da la impresión de que falta confianza en el mercado político. Y la falta de confianza, en la economía y en la política, es el mayor obstáculo, más que la liquidez, para salir de una crisis como esta. Así que, a riesgo de equivocarme -qué le vamos a hacer- insisto en que estamos en deflación política.

Periodista

juan.ojeda@hotmail.es

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