«No todos los colegios pueden ser comunidad de aprendizaje, aunque algunos dicen que lo son sin serlo. Es como llamar penicilina a un frasco donde hemos metido otro fármaco. Andalucía ha sido una garantía para que eso no ocurra. Al regular este proyecto con una orden, el Gobierno andaluz se asegura de que no haya intrusismo, controlando que el programa no se desvirtúe y que el grado de compromiso e implicación del colegio y su entorno es grande». Quien habla así es el padre de la criatura, el sociólogo Ramón Flecha, que hace unos años impulsó las comunidades de aprendizaje desde la Fundación CREA.
En España hay 210 escuelas que desarrollan este programa en 14 comunidades autónomas de distinto signo político. «Éste es el único proyecto educativo que no se sustituye cuando cambia un gobierno», se vanagloria Flecha. El sociólogo ha encontrado en Andalucía el terreno más abonado a su experimento pedagógico, dice. El año pasado la Junta le otorgó la medalla de oro al mérito educativo.
Al regular el proyecto en la orden de junio de 2012, la Consejería de Educación hizo una criba muy exigente para seleccionar los centros que serán comunidades de aprendizaje. La Junta no quiere que entren 400 y mañana se salgan más de la mitad por incumplimientos de los objetivos o falta de compromiso de profesores y familias. Así el proyecto crece a cuentagotas. El primer paso, antes de nada, es que los maestros de un colegio aspirante sepan dónde se meten, para ello obligatoriamente deben participar en un curso de sensibilización o formación de 30 horas, que se imparte la primera semana del primer trimestre del curso escolar. Éste lo imparten técnicos del instituto CREA, de la red universitaria SAUCA o maestros de colegios que ya forman parte del programa.
La red SAUCA (Sub-red Andaluza Universitaria de Comunidades de Aprendizaje) la constituyen actualmente 46 profesores y catedráticos de las facultades de Educación, Psicología, Sociología e Historia de las ocho universidades públicas andaluzas, y de la única privada (Loyola) de Sevilla. Su objetivo es colaborar con las escuelas que son comunidades de aprendizaje, impartir cursos de formación a los futuros centros, nutrirles de voluntarios (principalmente entre su alumnado) y cimentar una base científica en torno al proyecto. Por ahora hay un postgrado en la Hispalense y un máster en Córdoba específico sobre comunidades de aprendizaje, aunque la consejería ha solicitado a los decanos de Ciencias de la Educación que a medio plazo «introduzcan el proyecto en los planes de estudio». «Ya hemos empezado a meter ideas del proyecto en algunos temas de materias troncales, pero para cambiar el plan de estudios se necesita más consenso», dice el director de SAUCA, Blas Segovia.
Tras el curso de formación para profesores y padres, el centro escolar interesado decide si sigue adelante y presenta su proyecto. Éste debe ser aprobado por dos tercios del claustro, dos tercios del consejo escolar (el máximo nivel para un plan educativo) y la firma de adhesión de la asociación de padres de alumnos (Ampa) y otras entidades afines. El documento que presenten será juzgado desde varios parámetros: mejora de la calidad educativa, metodología, implicación de profesores, de la comunidad educativa, del entorno y del ayuntamiento y la universidad del lugar donde se ubique el colegio. Los parámetros suman 100 puntos, y el proyecto sólo sale adelante si logra 70 mínimo por parte de los jueces que forman la comisión de evaluación. Luego será necesario un informe favorable de la Inspección Educativa y otro del Centro de Profesores, que valoran cómo es y cómo trabaja el colegio. Una vez dentro, el programa tendrá una vigencia de cuatro años.
Flecha imparte el máster sobre comunidades de aprendizaje en la Universidad de Córdoba, y el jueves se desplazó a Sevilla para explicar los cimientos científicos del programa a las autoridades brasileñas y mexicanas. «Un profesor solo no puede lograr el éxito escolar, necesita a más gente, distintos de los maestros», explica. El sociólogo asegura que «hay familias analfabetas que han demostrado ser muy buenas en el apoyo al profesor dentro del aula para dinamizar los grupos de alumnos». Flecha cree que mientras más tiempo ocupen actividades como ésta dentro del currículum oficial, mayor será el éxito académico. «No queremos sustituir los contenidos obligatorios ni ser una alternativa. Es posible complementar esta metodología con el currículum oficial», afirma. El sociólogo prefiere no ser muy crítico con la ley Wert, pero admite que la segregación del alumnado bueno de aquellos que tienen más problemas «no beneficia ni encaja» con el proyecto, pero asegura que «no tiene por qué perjudicarlo», y recuerda que «también la Logse (una ley socialista) era muy segregadora».
