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Éste también es de Camas

El mal uso de la espada malogra un gran triunfo de Alfonso Oliva Soto.

el 12 abr 2010 / 21:02 h.

Oliva Soto en la Maestranza.

PLAZA DE TOROS DE LA REAL MAESTRANZA
Ganado: Se lidiaron seis toros del Conde de la Maza, algo faltos de remate en líneas generales, pese a su volumen, y con tendencia a mansear. El primero resultó violento y bruto. Avisado y rajado, el segundo se dejó por el derecho. El tercero fue un Barrabás imposible y el cuarto, rajadito y noble. El quinto, con un gran pitón derecho, fue el mejor del encierro aunque acabó claudicando. El sexto se desplazó a veces pero tuvo un gran peligro sordo.
Matadores: Diego Urdiales (verde carruaje y oro), silencio tras aviso y vuelta al ruedo tras aviso.
Oliva Soto (violeta y oro), oreja y vuelta al ruedo.
Antonio Nazaré (coral y oro), silencio en ambos.
Incidencias: La plaza registró algo más de media entrada en tarde progresivamente fresca.

Podría haber abierto la Puerta del Príncipe. Con un empujoncito de cariño, es verdad. Pero después de haber dado un gran paso al frente para imponerse al malo tirando de voluntad, de verdaderas ganas de ser; y después de ser capaz de cuajar al bueno sin salirse de su concepto más genuino. Y es que el joven matador de Camas no desperdició la oportunidad que se le ofrecía y cuajó una faena intensa y vibrante, llena de ritmo, sembrada de ese compás que llega tanto a los tendidos para firmar la cumbre de una corrida de intenso argumento que, pese a su larga duración, no pudo aburrir a nadie.

Alfonso Oliva Soto supo ver y esperar a ese quinto que se venía pronto y alegre. Hubo torería añeja -muletazos rodilla en tierra- en el inicio de faena, que se basó en tres series espatarradas y sentidas, compartidas con el público que liberaba la tensión acumulada por las serias dificultades que planteraron algunos de los toros de la dehesa de Arenales.

Si una de las series se remató con uno enorme de pecho, otra se cerró con un trincherazo lleno de perfume salvando algún que otro frenazo del animal que no amilanó al joven diestro, que encontró en la colocación su mejor arma. Hasta se echó la muleta a la mano izquierda, aguantando el tirón del pitón más violento antes de seguir la fiesta por el derecho para abrochar su brillante faena por sabrosos ayudados. Lástima que el lamentable petardo con la espada escamoteara el doble trofeo.

Pero no importa, Alfonso, la disposición mostrada tiene que abrirte nuevas puertas. Y es que el gitanito de Camas se sobrepuso a una tremebunda voltereta de la que salió milagrosamente entero cuando replicaba a un quite de Nazaré en el segundo de la tarde. Éste fue un toro que campó a sus anchas en la lidia: un auténtico asesino por el lado izquierdo al que Oliva también supo sacarle partido en una faena corta e intensa, basada en el pitón derecho, que fue el preludio de lo que vendría después. Tuvo mérito este trasteo, consintiendo a un animal que se lo pensaba un mundo antes del primer muletazo. Hasta le hizo sus cositas de artista sevillano antes de que el toro se rajara y lo echara abajo de una estocada trasera y corta que no le impidió cortar una oreja. Oliva está pidiendo pista para despegar.

Pero aún hubo otro toro con posibilidades dentro del variado encierro del Conde de la Maza, en el que se mezclaban caínes y abeles. Ése fue el cuarto, una res que respondía bien por ambos pitones cuando era atacada en tiempo y forma por su matador. Y el torero era el debutante Diego Urdiales, que se esforzó sin terminar de entenderse del todo con este astado que brindó sus mejores embestidas al final del trasteo, citando muy en corto por el izquierdo. Con el que abrió plaza, violento y bruto, anduvo con dignidad aunque sin acertar a someterlo por abajo. Bien es verdad que el toro salía siempre con la cara por las nubes.

Nazaré tuvo que despachar el peor del encierro, un toro manso, tardo y avisado que se quedó corto en todos los viajes y con el que se empleó en un trasteo con más fondo que brillo a pesar de que era imposible el toreo. El sexto parecía desplazarse más, pero andaba siempre pendiente de su matador, probando antes de cada muletazo. Era difícil estar delante y la gente no acabó de valorarlo.

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