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"Estoy preparado para ser el próximo presidente del Gobierno"

Entrevista a Antonio Quero, líder del movimiento regenerador de las bases del PSOE.

el 26 mar 2013 / 14:26 h.

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TUITQUERO1 Carece de la palabrería y la teatralidad que hicieron grandes a otros políticos, todo un hándicap en esta sociedad de histriones y cristobitas. Pero emociona lo que dice. Dirige Factoría Democrática, un potente grupo que aspira a regenerar el PSOE desde sus entrañas, y mediante la plataforma Bases en Red está aglutinando a todo el socialismo en un proyecto verosímil, entusiasta y revolucionario, denominado Rescata la política, que ponga la gestión pública al servicio de sus legítimos propietarios: la gente. Lo tiene duro Antonio Quero, pero él ya ha cruzado el Rubicón. Y a los viejos patricios del partido, tan amigos de declamar e interpretar los mismos rancios papeles de siempre (aunque ya sin público en las gradas), les están temblando las piernas. Lograron pararlo en las otras primarias, pero las cosas han cambiado mucho desde entonces. –Pudo haber sido antes, en las primarias, lo que pasa es que no te dejaron. De aquello, ¿qué recuerdo guardas? –Sí, pudo haber sido antes, pero es cierto que los cambios necesarios en el partido para acompasarse con la sociedad y con lo que quiere la calle necesitan también su tiempo. Incluso todavía hay alguna resistencia a lo que estuvimos defendiendo el año pasado (sobre todo en el aparato, porque en la base ya es mayoritaria esa demanda de un modelo abierto de partido). Pero un año después, ya hasta gran parte del aparato está convencido de que hacen falta los cambios. La prueba la hemos visto en Galicia hace poco, donde el partido ya ha adoptado ese modelo que cristaliza en la elección directa del secretario general. –Te tienen que haber llamado de todo en el partido… –No, no te creas. –Hombre, cuando llegas a un sitio con el cuerpo forrado de cartuchos de dinamita y preguntando ‘oiga, por favor, ¿la estructura de esto?’, lo normal es que te pongan cuando menos mala cara... –No, es que no vas con la dinamita a destruir nada porque ya todo destruido. Lo que vas es con los ladrillos para reconstruir. –Bueno, ellos ven la dinamita, no los ladrillos. Es evidente que tú vas a remover los cimientos de una estructura muy consolidada. Y vale, tú llegas con tu equipo de albañilería en general, que vas a enfoscar las paredes y a dejarlo todo nuevecito, pero con toda esa buena intención que tú aportas te conviertes a sus ojos en un intruso con todas las de la ley. –Pero para ser honesto en un proyecto así, uno tiene ganarse la legitimidad del intrusismo. Y esa legitimidad viene de un trabajo tanto de fondo, de contenido, como constructivo, horizontal dentro del partido y perseverante en el tiempo. Que no es que llegues de repente, sino que si consigues mover las cosas, mantener la presión en el tiempo (porque la gente quiere que llegues al objetivo), ese intrusismo, visto a lo mejor desde el punto de vista de los que tienen que irse, pues puede ser una amenaza, pero visto desde la grandísima mayoría que quiere ese cambio, pues es una vanguardia. –Me dejas con la intriga, porque yo lo que quiero saber es qué cosas te llaman. No, en serio: ¿dónde has encontrado mayor resistencia, más reacción, en la cúpula del partido o en cierta parte de las bases no del todo coincidentes contigo, o que te puedan considerar un rival? –Te lo digo sinceramente, tal y como estamos viviendo la dinámica: no es una cuestión de a favor o en contra, sino de que todo el partido, incluidas las bases, está atrofiado. Viene de un largo período en que no ha sido una organización de debate conectada con la sociedad, sino una organización de poder, con una estructura cerrada, y el resto del partido cerrando filas en torno a esa estructura. Claro, cuando todo eso se ha resquebrajado, lo que nos encontramos son órganos, como esa base, a los que les falta músculo, les falta oxígeno. Es difícil movilizarlos, ponerlos en acción para que participen en ese cambio imprescindible, pero no es que estén en contra, es cuestión de una inercia. –¿Te ha sorprendido esa dificultad de movilizar a las bases? –Es muy difícil, porque el partido ha atravesado una época muy dura. Primero, porque en el Gobierno tuvo que aplicar cosas con las que no comulgábamos; segundo, porque tras la pérdida en las urnas no ha sabido reaccionar: tenemos una falta de referencias, un no saber adónde vamos, no ver a nadie ni nada que nos indique por dónde ir… Entonces, cuando conseguimos llegar a la gente con el trabajo que estamos haciendo, detectamos una ilusión muy fuerte. Y una demanda muy fuerte. Pero claro, hay que hacer ese trabajo de ir a la gente, porque la gente no está haciendo ese trabajo de sacar la cabeza y ver. A mí me dolió mucho que cuando el Gobierno nuestro hizo esa reforma de la Constitución en agosto y de aquella manera, pues los únicos que reaccionaron en la sociedad eran la calle, el 15M, las plazas, ¡mientras las agrupaciones estaban cerradas por vacaciones! –¿Cómo te cae Rubalcaba? –[Silencio de un minuto] Lo he tratado muy poco personalmente y nunca cara a cara. Me ha parecido siempre una persona muy solvente para una etapa pasada, pero es, por visión y mentalidad de política de partido, una persona de la política del siglo XX. –Es importante dar esperanzas. Cualquier día nos pasa lo que a Chipre. Y cuando ya nos lo han quitado todo… si encontramos a personas capaces de entusiasmarnos alrededor de un proyecto, de otra visión de la política y de la vida, como mínimo es saludable, y a partir de ahí es un acelerador de los buenos resultados. España está ahora mismo para eso, a todas luces. Pero probablemente, aparte de las ideas, haga falta un liderazgo personal. ¿No te parece que padecemos una grave orfandad de liderazgos, de personas capaces de insuflar la esperanza? No ya en el PSOE, en general, en España, Europa… Menuda epidemia de falta de liderazgos. –Totalmente de acuerdo. Y se aplica también a la política europea, desde luego. Si la política está tan baja, si la ciudadanía ya es que ni espera que la solución venga ahora mismo de la política (y eso es lo más grave) es porque la política no ha tenido soluciones para una crisis como la que nos ha caído encima. Y encima (y esto es un caso muy español) de no tener soluciones, encima nos crea más problemas a los ciudadanos. Con lo cual, efectivamente hace falta un liderazgo que vuelva a rescatar la política, pero lo que la gente ya no va a aceptar son esos liderazgos de frases hechas y de marketing. Tiene que aportar soluciones. Cuando nosotros llegamos hace ya más de dos años que empezamos a obsesionarnos con encontrar soluciones al paro, a cómo salir de la crisis, y ahora también a cómo reparar los destrozos de la crisis, y también poner sobre la mesa el concepto de democracia…, pues sobre eso sí puedes pretender construir liderazgos y que lleguen a la gente, porque tienes algo que dar y porque pongas una energía que marque una salida y que movilizando la energía colectiva de la sociedad vayamos en esa dirección. España tiene una losa tremenda material y mental y emocional, porque no se ve futuro. Pero frente a eso todavía hay una reacción de dignidad de la calle. La calle no es la que puede encontrar soluciones a cómo rescatar la política de los mercados financieros, pero sí que tiene un papel de demandarlo, y lo está haciendo. Lo que intentamos hacer es cumplir con nuestra responsabilidad y nuestra misión, que es encontrar la respuesta a lo que la calle está pidiendo, cómo hacemos que la política esté por encima de los mercados. Y solo cuando hemos tenido respuestas para esta pregunta y para muchas más, es cuando hemos dado un paso adelante. –Pero claro, esa plaza de líder es un hueco muy apetitoso. ¿Quién dice que en España no aparecerá mañana un Beppe Grillo que arrastre a las masas al margen de los partidos, alguien que conmueva, se gane a las muchedumbres y arrample con todo esto que estáis haciendo, todas estas bases en red y todo este dospuntocerismo? –No hemos tenido suerte los españoles, porque cuando uno coge la situación actual de España y se pregunta retóricamente qué líder se necesitaría, lo opuesto a lo que necesitamos es Rajoy. Y es lo que tenemos porque el dedo de Aznar ha decidido que sea así. –Bueno, Rubalcaba tampoco anda muy allá. –Je, je. Ahora bien, puede suceder lo que preguntas. El caldo de cultivo está ahí. Lo que hace falta es encender la mecha, que prenda, y encontrar a quien pueda hacerlo. Por ahora no se ve, y es verdad que hay una fragmentación, un cainismo en la izquierda… así que incluso quien quisiera prender esa mecha lo tendría difícil por ahí. Pero el caldo de cultivo existe. Y tenemos que espabilar, y mucho. –Y ante el temor de esa irrupción populista, ¿no te parece que ha llegado el momento de decir: señores, yo soy esa persona que va a hacer eso? ¿No te parece que ha llegado el tiempo de que lo digas ya a las claras? –Uno no puede plantearse cada día en el temor de lo que pueda pasar sino en lo que uno puede aportar. Y en cumplir con esa responsabilidad y en hacer lo que sea posible por aportarlo, a la altura de los tiempos. Y son tiempos muy exigentes. Pero además de dramáticos, son también fascinantes; a los que nos gusta la política, nos encontramos que está gran parte del sistema económico y político por reescribir, y es una oportunidad maravillosa. Y queremos aprovecharla. Ese es nuestro empeño ahora mismo. El reconocimiento de ese liderazgo lo va a hacer la sociedad, la militancia… y si se dan una serie de factores, entonces habrá que dar el salto. –Eres reacio a proclamarte como ese líder necesario. ¿Por qué? –Porque lo que estamos diciendo ahora mismo, hoy, es que presentarnos por presentarnos no lo vamos a hacer. Si lo hacemos será porque tengamos algo que aportar. Estamos avanzando soluciones novedosas, no retóricas ni cosméticas, sino de fondo y de raíz, por lo que son soluciones que no se conocían antes y necesitan un tiempo de comprensión y de asimilación, y creemos que las que aportamos nosotros son las únicas que están a la altura del desafío. Pero primero tenemos que ver si realmente convencemos a la gente de que es así. Y solo si se da ese convencimiento, entonces sí daremos ese paso para que esas ideas no se queden sin representantes que las puedan llevar a la práctica. Entonces, somos optimistas, porque lo que estamos viendo es que cada día más la respuesta a esas propuestas es positiva, con lo cual, si llegamos al final de ese camino, efectivamente habrá que ponerse delante de esas ideas fuerza y llevarlas a la realidad. –¿De verdad lo ves? –Si, la gente está respondiendo, el mensaje está calando. –¿Tú sabes que lo que me estás diciendo es que puedes acabar siendo el próximo presidente del Gobierno? ¿Eres consciente de eso? [Pausa larguísima] Soy consciente de que es una responsabilidad que puedo asumir llegado el momento. Me siento preparado para serlo. –Es una posibilidad cierta: no tienen que pasar muchas cosas para que eso suceda, si uno lo piensa... –Nosotros somos ahora mismo los únicos que estamos en la brecha con una solución al paro masivo en España, y cada vez técnicamente estamos más convencidos de la viabilidad de la propuesta. Si conseguimos convencer a la gente para que se sume a ese plan, me encantaría ser el presidente del Gobierno que solucionase el paro en España. Pero como no lo puedo hacer solo, ni siquiera desde la Moncloa, lo tienes que hacer con la movilización de toda la sociedad, que se crea la solución, y antes tenemos que presentársela, explicársela y convencerla. –Tiene que ser tremendo, ¿eh? El peso de esa posibilidad. Me imagino que habrá noches que no duermas, diciendo: Joder, como esto salga bien… –No asusta, je, je, porque he tenido la suerte, por mi experiencia profesional, de estar en un puesto en la Comisión Europea justo cuando estalló la crisis, con lo cual he vivido en primera línea la ignorancia y falta de respuesta del sistema político nacional e internacional frente a un cataclismo de esas características. Y no te da miedo, lo que te da es rabia y tristeza, porque si hubieras tenido las respuestas en ese momento, habría sido una oportunidad histórica para hacer cambios muy profundos mundiales. Lo cual no es una responsabilidad que asuste, sino que estimula; estimula cuando sabes que puedes aportar una solución. –Decía Patxi López el otro día que lo que hay que hacer es dejarse de intrigas. ¿Qué tal te sientes siendo intriga? ¿Lo habías sido antes, qué te parece? –Jo, no me digas eso. –Es que dice él: lo que hay que hacer es dejar de hablar de primarias y dejar de hacer intrigas y hacer política. Que vaya birria de expresión: hacer política. Me suena a la típica puerta de atrás por la que se escapan siempre los políticos que no hablan claro. –Es que lo que pasa es que según la actualidad, según los incidentes, según las intrigas, damos mucha importancia a tal o cual cosa: que si hace falta tal cambio, tal dimisión, tal ajuste… Y aquí hace ya tiempo que sabemos que hace falta un cambio total. Lo que pasa es que las bases, nosotros, no controlamos los tiempos ni la agenda; la agenda es la que nos viene dada desde una dirección. Y como ya está clarísimo que lo que hay que hacer es renovar a toda la gente, porque aunque tuvieras el mejor proyecto esas caras no las creería nadie, no hace falta dedicarle mucho más tiempo a esa intriga. Te tienes que ir. Y lo único que es importante hablar es qué se pone en tu lugar. –¿Fuera de España está tan mal el concepto del político y la práctica de la política? –Lo que sí hay fuera de España, como en España, es una crisis de la democracia representativa, una desconfianza hacia los políticos porque se les ve en su mundo, y en todos sitios hay corrupción. Lo que en algunos países, como en Italia o Grecia por ejemplo, se nota es que a esa falta de respuestas se ha sumado una cólera ciudadana porque no solo faltan respuestas sino que encima se ha hundido al país, y aquí en España nos está pasando un poco eso: no solo no tenemos soluciones sino que lo complicamos más. Y el comportamiento de los políticos es como si les diera igual o como si se estuvieran riendo de nosotros, cuando nos cuentan unas frases hechas que ya nadie se puede creer y las repiten mil veces; cuando no responden a las preguntas que se les hacen; es que no solo ya están fallando en todo sino que encima se burlan de nosotros. Es durísimo. Lo de la corrupción no paramos de repetir que solo son unos cuantos, que la mayoría son honrados… Bueno, vale, ¿pero dónde están esos honrados rebelándose y echando a los corruptos? Porque al final lo que están haciendo es ampararlos, porque no hay un basta ya a esos comportamientos. Es verdad que a veces es complicado porque está el tiempo judicial y el tiempo político, y hay que ser exquisito en las garantías y etcétera, etcétera, pero cuando tienes una mancha en tu partido, tú como partido le puedes pedir a esa compañera o compañero todas las aclaraciones que hagan falta, y si nos convence, bien, lo defenderemos a muerte, y si no nos convence, pues contundencia. –¿A Blanco lo habrías echado a la calle directamente? ¿Y a los de Ponferrada? –A Blanco le habría dado la posibilidad de que nos explicara a fondo qué pasó y si cometió un error o no, y en función de eso tomar una decisión rápida. Y en el caso de Ponferrada, es también simbólico que es una política que solo piensa en obtener el poder, y nos metemos en una aventura cuando el pueblo de Ponferrada ha votado algo totalmente distinto. Ha votado mayoritariamente a la derecha, y a nosotros nos ha mandado a la oposición. Y ahora queremos hacer una operación, independientemente de con quién la hagamos, que va contra la voluntad popular. Eso es la desconexión de la política con respecto a principios y realidades. –Escrache aparte, ¿no te parece escasa o poco beligerante la actitud que está teniendo la ciudadanía española, dado el estado de cosas? ¿Por qué no se moviliza tanto como en otros sitios? –Es verdad que históricamente España tiene una sociedad civil no muy fuerte, paralizada, con lo cual es difícil articular la respuesta. Y también somos dados a la patada en el culo y el exabrupto en la barra del bar, y no pasa de ahí. Pero bueno, también estamos viendo ejemplos que empiezan a decir bueno, no hemos perdido toda la dignidad. Cuando la PAH la sigue, la consigue: después de cuatro años de trabajar y de empujar en una misma dirección. Eso hay que tenerlo presente. Venimos de una cultura del pelotazo, no de la empresa sino del pelotazo rápido, de ahí lo de la burbuja y lo del boom inmobiliario, y somos un tanto tendentes a eso, en vez de construir pacientemente y solidamente un proyecto. La solución a seis millones de parados no se hace así; necesita un contrastar, un debatir, y eso lleva tiempo. Y más en una sociedad con unos debates de televisión esquemáticos y superficiales, con unas redes sociales que son estupendas pero al mismo tiempo tienes 140 caracteres para difundir una idea… La solución a seis millones de parados no se condensa en 140 caracteres ni en un debate a chillidos en la tele. No solo tienes que trabajar la solución sino que tienes que trabajar contra los elementos de una sociedad y una comunicación que no se prestan a ese trabajo sereno, deliberativo, profundo, reflexivo… Porque lo que venimos diciendo desde hace mucho es la necesidad de mejorar la democracia a través de la participación y la deliberación, como complemento a la representación. Si no hay una deliberación en base a argumentos, la calidad de las decisiones que se toman y de las acciones que se emprenden será muy pobre. La deliberación, desde los griegos, necesita un tiempo, una reflexión, un cauce. –Antes comparabas las redes sociales con una barra de bar. Es cierto que las redes sociales no están actuando como catalizador de voluntades, sino como desahogo apaciguador y rompeolas de la acción popular, que se queda ahí: tres exabruptos, dos chistes corrosivos, fin de la revolución ¿Será que andamos un poco cortitos de una intelectualidad que sepa canalizar eso, inspirar otras acciones, emprender un debate serio? –Es verdad que en España no sucedería ahora mismo lo que sucedió en Francia cuando el referéndum de la Constitución Europea, que siendo un texto accesible gratuitamente a todo el mundo, se vendieron 300.000 ejemplares. Fue un best seller en las librerías. Porque a la gente le hacían una pregunta y la gente quiso informarse y saber de qué iba esa cuestión. Yo eso aquí no lo veo. Eso sí, yo estuve el otro día en Sevilla con casi cien estudiantes jóvenes hablando de cómo reparar la sociedad de la crisis, y fue un debate que duró más de dos horas, con muchas preguntas y atención, con lo cual no es ni blanco ni negro. –En el último documento de debate que habéis puesto en circulación, que es el equivalente a una especie de línea programática, se dice textualmente que "hay que poner término al gigantesco casino de los mercados". ¿No excede eso la capacidad de un país? ¿No va eso más allá del buenismo de un político español? ¿Hasta qué punto puedes vender lo que no depende de ti? –Ahí intentamos ser lo más claros posible en una cosa: en que después de una crisis como esta es importante hacer un análisis en profundidad de por qué ha sucedido. Y enfrente de esas causas, poner una solución. Está claro que esas causas son de orden internacional (el detonante), y luego hay unas causas nacionales que hacen que la hayamos sufrido con más intensidad. Entonces, desde la política española tenemos que tener respuestas a esas causas españolas y, como país miembro de la UE, que es una palanca formidable, tenemos que aprovechar para tener una hoja de ruta para cómo, en coalición internacional, atajar las causas internacionales. Donde estamos trayendo un discurso muy esperanzador es en que para solucionar el paro, para poder volver a crecer, hemos encontrado soluciones estrictamente nacionales, que no necesiten ni la ayuda ni el permiso ni de Bruselas ni de Berlín. Eso ya es un trabajo. Y si uno tiene encima una hoja de ruta internacional, pues ahí me gustaría aportar esa experiencia mía europea para estructurar y ser conscientes de que ya hay una opinión pública europea, pero hay que dirigirse a ella. No debates nacionales fragmentados, sino articular una opinión pública europea. Perdimos la oportunidad a principios de la crisis, porque hasta Wall Street se acongojó, y dijo a esto hay que ponerle algún remedio, pero como no teníamos opción de recambio en ese momento la ventana se cerró y ahora nos va a costar un poco volver a abrirla, pero como la ciudadanía ha cobrado consciencia de que hace falta abrirla y cambiarla, ahí sí que hay una fuerza con la que contamos. –¿Qué te parece Angela Merkel? ¿La echarías inmediatamente también, o le darías tiempo a que recogieras las chaquetitas suyas, esas tan bonitas? –Pues igual que no hemos tenido suerte con que nos toque en esta época Rajoy en España, hemos tenido la mala suerte de que nos toque en esta época en Europa Angela Merkel. Ella también es resultado y representante de un estado de opinión. Y precisamente eso es lo que estamos echando en falta en España, en Europa y en el mundo, en una crisis como esta: no necesitamos gente que sea un reflejo del malestar, del estado de opinión, sino gente que sea capaz de moldear una nueva esperanza, una nueva forma de hacer las cosas, y ponerla en una dirección. –¿Qué tal te cae el Papa nuevo? –Estoy bastante alejado de ese universo. –¿Te consideras una persona espiritual? –Antes de entrar en la acción política de militancia, mi acción política fue el resultado de un gran camino de reflexión filosófica. Y con esa reflexión filosófica llego a la conclusión de que hay que dar un paso militante. Creo profundamente en el ser humano, y cuando tengamos más tiempo (no de hablar de lo urgente) y podamos hablar de las raíces más profundas de lo que nos ha pasado, que pueden estar en cierto capitalismo, en cierto individualismo, etcétera, etcétera, entonces tendremos que ser conscientes y construir una visión de nuestra sociedad como comunidad en la que ya no es que cada individuo se encuentre lo mejor posible, lo más cómodo; es que todos tenemos una responsabilidad hacia el grupo, hacia la comunidad, hacia la sociedad en que vivimos. Damos y recibimos de ella. Y a la hora de construir política, un estado del bienestar, una educación y todo eso, hay que tener esa visión del ser humano como miembro de una comunidad. A eso uno lo puede llamar espiritualidad, lo puede llamar amor, lo puede llamar solidaridad, pero en el fondo es el vínculo que nos une y que hay que saber cuidar y fortalecer. –¿Qué no te gusta de los españoles? –Mi trayectoria personal de haber vivido en varios países me ha dado esa visión poliédrica, de ese collage que puede ser Europa, que puede ser la humanidad. Y entonces, al final, yo tengo tendencia a desarrollar una mirada hacia la gente y las sociedades generosa y atenta, con interés por aprender y ver lo que aporta cada pueblo. Y como muchas veces en esas cosas funcionamos (no en España sino en el mundo entero), cuando luego vas a los lugares y convives con la gente, los estereotipos tienen su parte de verdad y su parte de mito. Y al final siempre hay más coincidencias entre culturas de lo que podemos pensar. Vivo con alegría y reconocimiento esa diversidad, y he conseguido no caer en el prejuicio –¿Eres buen lector? –He leído muchísimo. Ahora, sobre todo, actualidad y ensayo. –¿Qué libro me recomendarías? –Como se acerca el año 2014, y nos van a inundar con el centenario del inicio de la Primera Guerra Mundial, esa Primera Guerra Mundial es símbolo también de hasta qué punto la idiotez humana puede convertirse en algo trágico. Pues hay dos libros que literariamente, humana e históricamente me conmovieron enormemente sobre ese tema, que son Le voyage au bout de la nuit (El viaje al fin de la noche, de Céline), y el otro es 1919 de John Dos Passos. –¿Te da la sensación de que algo así podría repetirse hoy? –No creo. No a ese extremo. Porque precisamente hemos tejido una UE que nos protege de eso. Pero al hacer ese análisis del parte de bajas de la crisis, está la UE de Merkel, que nos está complicando la vida. A veces, esta UE que decimos que es la solución... es curioso y es paradójico, que en estos últimos años hemos avanzado mucho en la integración de la gobernanza económica de la UE, como nunca, pero el lazo emocional entre los pueblos de Europa que construya ese cemento que tiene que sostener un proyecto político de esa envergadura, ese se ha resquebrajado enormemente. Uno lo ve en su ejemplo más extremo cuando habla con los griegos y lo que le dicen los alemanes, y empiezan a sacar el pasado nazi, y las indemnizaciones que tenían que pagar y que no han pagado, y llegamos a este punto. O el desprecio que los europeos del norte pueden tener hacia los europeos del sur... Pues uno se da cuenta de que lo más importante de esa construcción política que lleva la palabra Unión es que la gente tenga ganas de unirse, y esta crisis nos está desuniendo. Y tenemos que reaccionar frente a eso. –¿Crees que hay grave riesgo de desmantelamiento de la UE por esta causa? –Es que hay ya un referéndum convocado en un gran país para salirse de la UE, o no: Gran Bretaña. Es que ya está ahí. –Bueno, pero es que ellos también son una peculiaridad dentro de Europa. –Sí, pero están también esos movimientos que están ganando terreno que están por la salida del euro. Yo tengo dos pronósticos: si todo sigue igual, será una larga travesía de horizonte plomizo, bajo, de precariedad, de falta de ilusión, de un sentimiento de declive con respecto al resto del mundo; y otro escenario es que contagiamos esta ilusión, esta rebelión frente a ese pronóstico gris, nos levantamos, damos todos un paso adelante y hacemos que sea mucho más luminoso. –Trabajas en la dirección general de presupuestos, en Bruselas, haciendo el 2014-2020. –En el diseño de nuevos instrumentos financieros: en vez de dar subvenciones a fondo perdido, cómo dar garantías, préstamos, avales, obligaciones… para que un euro del presupuesto pueda producir más y crecer. –O sea, que vienes de las mismísimas entrañas del poder… –Como nos gustan a todos las novelas de misterio, las conspiraciones, lo sorprendente del poder y de la sociedad del poder es que el rey está desnudo. Frente a un cataclismo como el que vivimos en 2008 con Lehman Brothers, la Casa Blanca y George Bush estaban tan desnudos como las cancillerías europeas. En asuntos financieros han aprendido unas cuantas cositas, pero ahora mismo seguimos estando sin conciencia, visión ni soluciones frente al desafío global del siglo XXI. Están emergiendo una serie de países, pero todo lo que está emergiendo, todo lo que está sucediendo, va en agravamiento de la lógica de potencias del final de la Segunda Guerra Mundial. Y lo que necesita la humanidad es superar esa lógica de potencias para pasar a una lógica de cooperación mundial. El objetivo a largo plazo que tengo en política es conseguir que el derecho internacional tenga como sujeto al ser humano, y no a los estados. Hoy, los sujetos del derecho internacional son los estados soberanos, y desde el punto de vista de ese derecho, si un estado soberano no respeta los derechos humanos en su país, no es ilegal, no está fuera de la ley internacional, y tenemos que construir una humanidad entera en defensa del ser humano y los estados tener unas responsabilidades y que tengan que rendir cuenta de ellas frente al resto de la humanidad. –Me da la sensación de que eres un tipo del siglo XXIV, un yanki en la corte del rey Rubalcaba. –El siglo XXI empezó con la caída del muro de Berlín, ya hace más de dos décadas, y desde entonces nos estamos dejando llevar y no somos nosotros. Nos estamos dejando llevar por la historia, en vez de colocarnos ante la historia y guiarla por un nuevo camino. El desafío del siglo XXI (y ya llevamos dos décadas de retraso) es comprender que nuestro futuro es cooperar y construir juntos. Hay que inventar los órganos y las instituciones que puedan gobernar ese conjunto de la manera más democrática posible y ofreciendo al conjunto de la humanidad, hasta el último ser humano, unos derechos y unas garantías. Eso requiere también un esfuerzo intelectual y filosófico. La UE es la innovación política más espectacular de la humanidad, de superación de las soberanías nacionales. Tenemos que ser conscientes de eso. Cuando uno va a pasarse horas al Parlamento Europeo, y hay quien piensa que es una pérdida de tiempo, a lo que estamos asistiendo es a un espectáculo único, ¡único!, en el que pueblos soberanos están compartiendo la soberanía y construyendo el entramado para gobernarla. Y cuando deberíamos estar sacando pecho e intentando traer por la fuerza de la convicción al resto de los continentes en esta dirección, es cuando estamos más hundidos, más enredados, y no estamos en esa avanzadilla. –¿Y qué hacemos con las ansias de poder de la gente? –El poder y el dinero, lo que mueve a gran parte de la humanidad. Sabiendo que eso existe, hay que construir las defensas. Eso es ingeniería fácil: es más complicado resolver el paro. TUITQUEROESTACION

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