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Eulate, el balón de la Copa del 77 y la Ponferradina

Mañana estará en la grada de Heliópolis uno de los campeones de Copa del 77: Eulate. El leonés preside la Asociación de Veteranos de la Ponferradina.

el 30 sep 2010 / 20:31 h.

Eulate posa en El Toralín, el campo de la Ponferradina.
El Betis y la Ponferradina harán mañana algo que no habían hecho en toda su historia: enfrentarse en un partido oficial. Excepto unos años en Tercera, cada uno en su correspondiente grupo territorial, la vida de los dos clubes ha ido por senderos muy distintos, pero hay puntos tangentes en estas entidades tan remotas. Uno de ellos es José Antonio Gómez Álvarez de Eulate. Es decir, Eulate. Y otro, Rogelio Sosa. Es decir, Rogelio. El mito bético estuvo cedido en la Ponferradina en la temporada 61-62. También en el equipo de El Bierzo, porque vivió allí desde que tenía dos años, jugó Eulate. Ambos acabaron coincidiendo en el Betis de los años 70 y ambos jugaron en el Vicente Calderón la noche en que el conjunto de Heliópolis se proclamó campeón de la Copa del Rey.

Eulate viaja hoy a Sevilla e intentará reencontrarse con Rogelio u otros de sus compañeros de aquel equipo. Con García Soriano congenió más que con el resto, pero el coriano fue su guía en Sevilla, a donde el joven delantero llegó con apenas 19 años y procedente de un club de Regional. "Un militar llamado Vicente Carrasco vino a una boda en Ponferrada, me vio jugar y le gusté. Habló de mí en Sevilla, José María de la Concha vino a verme y debí de parecerle interesante. Estuve allí a prueba tres semanas, entrenando entre semana y jugando los fines de semana con la Ponferradina", recuerda Eulate.

Cambiar un equipo de Preferente por otro de Primera no fue fácil. "Tuve muchas dudas y me costó mucho dejar mi tierra. Además, tenía trabajo en una tienda de repuestos, pero en la vida hay que arriesgar. Mi madre, llorando, me empujaba a que me fuese", rememora el delantero, salmantino de nacimiento y berciano de adopción. En el Betis estuvo cinco temporadas e incluso hoy en día admite que su nivel fue mejorable. "Los años que estuve allí no fueron los mejores de mi carrera. Donde mejor rendí fue después, con el Levante y el Albacete en Segunda o Segunda B. Pero aquella etapa sí me sirvió de aprendizaje y además me trataron muy bien", confiesa. Humide, sí, como refleja en esta anécdota: "Yo pude ser internacional e ir a los Juegos de Montreal (1976). El seleccionador, Kubala, era muy amigo de nuestro entrenador, Szusza, y vino a verme en un partido contra el Racing. Yo me enteré y me cagué, lo hice muy mal. Y el que no demuestra lo que vale... Las cosas no suceden por casualidad", cuenta.

A Eulate, en todo caso, le cabe el honor de ser campeón de la primera Copa del Rey Juan Carlos I. Poco después también ganó la primera Copa de la Liga, ya con el Alba. "He ganado poco, pero da la casualidad de que gané la primera edición de las dos", bromea. En la histórica cita del Vicente Calderón, el 25 de junio de 1977, no fue titular pero le dio tiempo de jugar trece minutos en la prórroga y marcar uno de los penaltis que condujeron al Betis al título. Y si el capitán Cobo alzó la Copa, Eulate se quedó con el otro gran trofeo de la noche: el balón. "Cuando Esnaola paró el último penalti, de la alegría le pegó un patadón a la pelota y yo fui a por ella. Reventé la válvula y la deshinché para metérmela debajo de la camiseta y que nadie se diera cuenta", relata. Aun así, tuvo competencia por la propiedad del preciado esférico: Rogelio quiso comprárselo, pero Eulate se negó. "Le dije que para una cosa que iba a ganar yo...". Lo logró. Se quedó el cuero y sus compañeros lo firmaron. Veinte años más tarde, con motivo de la final contra el Barcelona en el Bernabéu, se reunió con sus compañeros campeones (con los que tiene pendiente un almuerzo, quizás el próximo mes) y todos renovaron la firma. "Es que los rotuladores indelebles no existían en 1977", dice entre risas.

MAÑANA, EN LA GRADA COMO UNO MÁS. Eulate estuvo en el Betis hasta finales de 1978. En aquel mercado invernal se marchó cedido al Recreativo y no pudo ascender con el Betis. Luego pasó por el Levante y el Albacete y por fin acabó su carrera en la Ponferradina. Después se metió a entrenador en su tierra. Mientras estuvo en el Bembibre, a principios de los 90, gestionó un amistoso con el Betis: "Vino cobrando menos de lo que solía. Teníamos que pagarle la cena y ni eso hicimos. Se portaron muy bien", elogia. Eulate ahora es el presidente de la Asociación de Veteranos de la Ponferradina y mañana verá en Heliópolis un partido histórico para el conjunto berciano. "Voy con la Ponferradina. Mis cinco años allí fueron muy bonitos, pero me siento más ponferradino, y además lo necesitamos más", dice Eulate, que considera al Betis "un equipazo". Pues él tiene un hueco en su historia, aunque rehúye los honores. Mañana piensa sentarse en la grada, como uno más.

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