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Europa, la búsqueda de una identidad

Desde el carbón y el acero hasta la moneda única, la economía y las finanzas han sido el soporte de los avances en la integración europea. Todos somos conscientes de los beneficios que ha reportado nuestra pertenencia a la Unión Europea.

el 16 sep 2009 / 03:54 h.

Desde el carbón y el acero hasta la moneda única, la economía y las finanzas han sido el soporte de los avances en la integración europea. Todos somos conscientes de los beneficios que ha reportado nuestra pertenencia a la Unión Europea. En Andalucía de forma muy especial, con la recepción de muy importantes ayudas que han contribuido a la transformación de nuestras infraestructuras y al impulso de numerosos emprendimientos.

Las elecciones de ayer al Parlamento Europeo han repetido el índice más bajo de participación dentro de los diversos comicios a los que somos convocados en nuestro sistema democrático. La ciudadanía sigue percibiendo Europa como algo extraño, a pesar de que sus instituciones tienen cada vez más incidencia en la vida cotidiana, no solo por los recursos aplicados para nuestro bienestar, sino por el peso de la transposición de directivas europeas en el ámbito de la actividad legislativa nacional, y la intensificación de los flujos transnacionales, que del turismo se ha desdoblado en residencia estable, por causa de estudios, laboral o jubilar.

En la campaña ha estado prácticamente ausente la referencia al fiasco constitucional, y el significado del Tratado de Lisboa como minoración en un nuevo intento de dotarnos los ciudadanos europeos de algo semejante. Mientras tanto, y como expresó el pasado viernes Felipe González en el cierre de la del PSOE en Sevilla, y decía ayer en un artículo publicado en 'El País', es hora de reconstruir el objetivo de nuestra unidad, la dimensión y el peso institucional de Europa, quebrada por la aventura bélica de Irak, para converger en una alianza con lo que representa el liderazgo del Presidente Obama. Oyendo y viendo a Felipe González sigue impresionándonos el carisma de un político capaz de contribuir de manera efectiva a la difícil construcción de un factor europeo unitario en el concierto mundial en la coyuntura histórica de las mutaciones necesarias para la salida de la crisis del sistema.

Europa no lo tiene fácil. Deberíamos estar en un fase mas avanzada de integración política y cultural. Lamentablemente, muchos de quienes de verdad han creído en ella se han inhibido, y los escépticos, nacionalistas y derechistas de diverso pelaje se han crecido para interferir en el proceso. La rica y poliédrica dimensión cultural de Europa no constituye una dificultad, ni siquiera su plurilingüismo. Son atributos valiosos dentro de una identidad común vinculada a la creatividad y la innovación, en buena parte diseminada por todo el planeta, aunque fuese bajo prácticas aberrantes de dominación y explotación.

Una diversidad dinámica, encarnada en valores de tolerancia y respeto por la minorías, practicada socialmente mediante principios democráticos que tienen que desarrollarse con un mayor compromiso de ciudadanía que repudie la quiebra ética que adorna con frecuencia un éxito basado en la mediocridad y el populismo. Nos interesa una identidad que se busca, no que se supone.

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