No hace mucho, cuando ibas a Canarias, a veces, hacías escala en El Aaiún. Era un aeródromo destartalado, unas casamatas en medio del vacío, con una tienda en la que podías comprar babuchas. Movimiento de militares y algunos civiles y poco más, mercedes con matrícula SH y, a los lejos, paisanos con semovientes diversos, en particular camellos. Aquello era una provincia, con matrícula de coche y todo. Por tener tenía hasta exóticos procuradores a Cortes en Madrid, vestidos a la usanza regional, que daban color, junto a los negritos de Guinea, al régimen franquista. Uno no podía evitar pensar desde el cielo, cuando los veías tan chiquititos, que eran compatriotas tuyos, es decir, españoles con carné de identidad. Ahora, el juez decano de Córdoba ha paralizado la concesión de la nacionalidad española a los casi ochocientos saharauis que la pretendían con la exhibición de sus antiguos carnés de españoles. Con la ley en la mano, tiene razón, aunque cueste entender eso de que no han residido nunca en España -es decir, como los pastores que yo veía desde el cielo-, con la conciencia y la responsabilidad social corporativa de España, si es que existe, es una barbaridad.
España dejó su provincia en manos de Marruecos y Mauritania y, luego, dejó que el primero se quedara con todo y echara a la mayoría de los antiguos súbditos españoles al Tinduf. Mientras, todavía hay militares que lucen en sus guerreras camellitos metálicos, pero no me extraña, Franco tuvo Guardia Mora mucho tiempo y el berebere General Mizián fue Capitán General de Galicia y la Purísima sigue pisando la media luna, aunque, es verdad, eso es ya tan sólo arte.
Licenciado en Derecho y Antropología
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