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Salió el Betis al Nuevo Arcángel y dio la impresión de que en efecto estaba pensando más en el partido del miércoles, el del probable ascenso, que en el Córdoba. Su rival lo aprovechó y para ello explotó la inadaptación de Isidoro al lateral izquierdo, aunque no toda la culpa fue del canterano; algo tuvo que ver la falta de ayuda de Jonathan Pereira. El caso es que el Betis tuvo por aquel flanco un coladero por el que su rival focalizó todo su peligro, en realidad reducido a ocho minutos y dos ocasiones. Luego empató Jorge Molina, Iriney y Beñat se hicieron con el balón (con la connivencia del Córdoba, claro, encerrado como se quedó en su campo con leves e insuficientes amagos de presionar la salida del esférico), los aspersores interrumpieron el ritmo, los problemas de Dorado y Miguel Lopes lo pararon del todo y el encuentro derivó hacia la firma de un armisticio común cuyo eje fundamental era ‘prohibido poner en peligro el empate'. Si alguien lo intentó, fue el Betis, pero con Beñat atascado en pases sin profundidad y el juego combinativo de baja, de nada iban a servir los sprints de Ezequiel o la búqueda del balón de Rubén Castro. Por destacar algo, el estreno de Juanma como lateral y la mejoría de Isidoro por la izquierda. Y poco más, la verdad. El Betis de Mel, siempre ambicioso, no lo fue ayer tanto.
