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Extender la mano, cerrar el puño

En la ciudad en que nací, obtener una ayuda a la creación ?fuera, porque allí apenas se convocan?, y así pintar o componer a tiempo completo durante un año, por ejemplo, conlleva solicitar perdones varios y asumir que te has vendido al poder público, privado o mixto igual que un sándwich...

el 16 sep 2009 / 02:44 h.

En la ciudad en que nací, obtener una ayuda a la creación ?fuera, porque allí apenas se convocan?, y así pintar o componer a tiempo completo durante un año, por ejemplo, conlleva solicitar perdones varios y asumir que te has vendido al poder público, privado o mixto igual que un sándwich.

Las críticas provienen ?por lo general: no es rabia, sino estadística? de quienes podrían actuar o esculpir a tiempo completo durante un año, sufragados por las rentas familiares o las excedencias, pero aun así tú, que anhelas cambiar la bandeja por una cámara, debes continuar fichando de ocho a ocho para mantener la independencia, mientras ellos no madrugan. Es curioso: en la ciudad en que vivo, en cambio, su ayuntamiento convoca becas de alojamiento, de manutención, de colaboración, para artistas y mediante diversos organismos. Yo misma escribo gracias a una de ellas.

La semana pasada les hablé de Ladyfest Sur, definido por sus organizadoras como "conspiración de creadorxs feministas", y que abarcó diez días de actividad continua en Sevilla, sin subvenciones: destacaban su carácter autogestionado, el trabajo previo en fiestas y otras actividades para recaudar fondos, la venta de merchandising para hacer frente a los gastos.

Sin embargo, hace pocos días, en ese blog suyo que ejerce como mi guía espiritual, Antonio García Villarán se preguntaba en una sabia entrada si "acaso la obra de arte pierde su esencia si lleva un dibujito de una entidad en una esquina". Y defendía que, igual que una institución gasta su presupuesto en actividades quizá más populares, pero sin rendimiento social, por qué no un catálogo, o un libro, podían aprovechar alguno de esos ceros.

Lo confieso: no tengo muy clara mi opinión al respecto. Por una parte, respeto ?e incluso comparto, en cierto modo? las ideas de quienes se niegan a los logos, de quienes por ética rechazan asomarse al papeleo y las convocatorias; pero también me parece que la cultura, aún más precaria en estos tiempos, tiene derecho a un empujón.

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