Ignoro su nombre pero es probable que el hijo de Sharon y Joseph no pueda celebrar nunca el 28-F. Esta semana ha sido expulsado del Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE) junto a sus padres sudaneses, hacia Nigeria, un país que probablemente no sea el suyo. Y esa imagen, desde luego, contrasta con la Andalucía que soñábamos en 1980. ¿En qué nos hemos convertido los andaluces, que aceptamos junto con buena parte de los europeos que sea lícito dar con las puertas en las narices a los desesperados de medio mundo?
Ahora, cuando ya no recordamos que hace menos de medio siglo, Unicef tuvo que crear fábricas para la pasteurización de la leche en Granada, Málaga o Córdoba, nos atrevemos a opinar que ante la crisis que tanto nos alerta, no podemos abrir de par en par las puertas del paraíso. Mientras siguen haciendo falta temporeros para el olivar de Jaén y la tardía fresa de Huelva, Italia aprueba leyes xenófobas y España está a punto de penalizar la acogida a los sin papeles con hasta 10.000 euros de multa, un supuesto delictivo que muchos nos seguiremos negando a reconocer como tal y nos mostraremos insumisos frente a quienes pretendan prohibir esas viejas bienaventuranzas que no sólo conciernen a los cristianos.
Quizá todo esto sea discutible. Pero nadie debería discutir la angustia de ese niño de trece meses, ese andaluz imposible, hijo de Joseph y de Sharon. Tras cruzar el mar a bordo de una frágil embarcación, fue llevado junto a sus progenitores hasta ese centro de internamiento sobre el que pesan más sospechas que denuncias pero cuyos responsables han mantenido, en este caso, una actitud ejemplar.
Ningún portavoz del Ministerio del Interior, cuyo titular Alfredo Pérez Rubalcaba se presenta como diputado por Cádiz, ha sabido explicar qué suerte ha seguido el proceso de petición de asilo para la familia que se abrió en su día. Ni qué pruebas objetivas se han valorado para enviarles de vuelta a un lugar que posiblemente sólo hayan conocido de paso. Tampoco ha atendido nadie las recomendaciones del Defensor o los recursos contra el internamiento de la pareja y de su bebé, interpuestos por la Fiscalía. Y de nada han valido las quejas presentadas ante el Poder Judicial o las peticiones de libertad por razones humanitarias enviadas por cientos de ciudadanos a la subdelegación del Gobierno.
Es verdad que la Junta no toca bola en este asunto. Pero el mismo partido que gobierna a escala estatal lo hace en esta comunidad; un paisaje que ha servido como escenario para este drama. Algo habríamos tenido que objetar cuando nuestro himno termina diciendo eso tan bonito de "sea por Andalucía libre, España y la humanidad". Se nos erizan los vellos como escarpias, pero miramos para otro lado y engullimos canapés como si no pasara nada.
